SEMBLANZAS
Por: Jorge Daniel AMENA (*)
Como perder cosas
La vida está llena de cosas perdidas.
Uno vive perdiendo cosas en el camino, en el tránsito habitual del trabajo a casa y de casa al trabajo, por ejemplo, en ese cotidiano transitar (muchas veces lindante con la alienación), puede perder (entre otras cosas), hasta el mismísimo trabajo o la casa. O ambos.
Entre el ranking más popular registrado entre las cosas perdidas se encuentran: Las llaves. Aquellas que uno considera imprescindibles, y que por un mandato divino, Usted solo cuenta con UN solo juego de esas mismas.
Y que por cierto siguiendo idéntico designio pergeñado por los dioses, acaece, un sábado a las tres de la mañana., o bien un domingo al mediodía cuando el asado del cerrajero encuéntrase en el punto óptimo y usted está fuera de su casa con siete grados bajo cero de sensación térmica… y el perro ladra frenéticamente dentro de su lar.
También es usual andar desparramando documentos imprescindibles, copias certificadas de documentos incunables cuyos originales se encuentran en Kosovo, y datan de 1899…
Bufandas, que uno deja en el respaldar de la silla de un bar, para no olvidarlas, guantes, y todo aditamento portable, que se convierte en imprescindible en el mismo instante en que Usted lo pierde.
Ni qué hablar de dinero, ese que escondió en un-lugar- donde-no-pueda-ser-hallado. Ni por los ladrones, ni por usted (como corresponde).
Muchos pierden la alegría (o se la roban) en despoblado y en banda. Otros pierden los afectos o los dejan secar al rocío como pellejos colgados de los alambrados de la existencia.
Y un día, son retazos del tiempo enmarcados en fotos amarillentas que ya nadie mirará porque nadie se reconoce en ellas.
También solemos perder los varoncitos la habilidad para los deportes, a fuerza de tabaco y mal dormir.
Se suele perder el hábito de comer de muchos por la mala administración de algunos pocos.
Y se suele perder la esperanza cuando vemos que la realidad es otra diferente a las que nos cuentan.
Entonces perdemos la vocación cívica, para las alegrías de quienes hacen del poder explícito o larvado su pan de cada día. Y festejan con vino de misa la oración del yo pertenezco.
Y descubre: que solo hay que necesitar algo, para perderlo.
Y uno se encuentra un día de díos en el sitio donde muchos pernoctan con la pérdida como almohada, como diría el catalán: “sin saber qué pasa, chupando un palo sentados, sobre una calabaza”.
(*) Escritor, Abogado Constitucionalista – ex Legislador provincial y Convencional Constituyente Nacional, colaborador permanente de la ONU para Asuntos de Africa.
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