Llegadito de Misiones, donde el rojo más rojo del mundo adhiere a la piel al calzado al alma, si se quiere, también en los pies descalzos de innúmeros chicos que corretean de las minas de Wanda
A los centros poblados o se meten presurosos en la fronda o se acercan a la ciudad a la mesa donde uno busca saciar el hambre ya saciado.
Cuentan que en la entrada del pueblo de Ollantaytambo, cerca del Cuzco, un señor dibujaba regalos a los niños, dibujando, les dibujaba en sus manitos tapizadas de mugre y frío cóndores o serpientes, otros preferían loritos o lechuzas los más osados (sin conocerlo) preferían un dragón.
En medio del alboroto, -un desamparadito- que de acuerdo al autor no medía un metro del piso le pidió un reloj para su muñeca.
A días de realizado el presente, y encontrándose con el niño (en la situación de alboroto natural) le pregunta el dibujante, señalando el reloj de pulsera que resaltaba en la piel cuarteada.
-¿Y, anda bien?
-“Atrasa un poco”, reconoció.
Mi homenaje y mis disculpas a Eduardo Galeano, es que me dibujó una sonrisa extraña en el rostro, a un día del Día del niño.