A fuerza de voluntad, con el respaldo de un público incondicional y en un final electrizante. Así consiguió, tras 4 horas y 9 minutos, David Nalbandian superar a Robin Soderling (6-4, 1-6, 4-6, 6-4 y 9-7) en el cuarto punto de la serie ante Suecia y conseguir el pasaje a semifinales de la Copa Davis.
Fue un partido durísimo, el más complicado que le tocó enfrentar a Nalbandian jugando como local por la Ensaladera de Plata -y el primero en que debió jugar un quinto set como singlista-. Llegó a tener una desventaja de dos sets a uno y 0-2 en el cuarto parcial. Allí, visiblemente contrariado -tiró su raqueta al piso más de una vez y no dejó de protestar por el mal estado del polvo de ladrillo- parecía imposible llevarse la victoria.
Pero David se impuso ante todo: el frío, el viento incómodo, los piques irregulares de los que tanto se quejó desde que comenzó a entrenarse en el Parque Roca, y un Robin Soderling en un alto nivel. Su ardua victoria -tras cinco match points- le permitió al equipo argentino avanzar, por quinto año desde que está en el Grupo Mundial -el tercero con Luli Mancini de capitán-, a semifinales de la Davis. Las lágrimas del final, tras la victoria, lo decían todo: la carga emotiva que tuvo el partido le dejó marcas a Nalbandian, héroe absoluto de la tarde.
En septiembre, entre el 19 y el 21,la empresa será -en la previa- aún más complicada: Rusia, un rival que cuenta con una variedad quizá más amplia que la Argentina para elegir jugadores. Davydenko, Safin, Youzhny y Andreev vienen de derrotar a la República Checa en polvo de ladrillo y, sin dudas, darán batalla en el Parque Roca.
Pero para llegar a pensar en Rusia, antes Nalbandian tuvo que disputar un duelo nada sencillo. El comienzo mismo ya fue intenso. Desde las tribunas, se vivía como lo que era: el cuarto punto de la serie que podía definir el pase a semifinales. Con esta tónica, Nalbandian buscó desde temprano complicidad con los cerca de 10 mil espectadores en el Parque Roca.
El aliento logró compensar muchas falencias en el juego del cordobés. Si bien arrancó derecho, ganando el primer set 6-4, sufrió una de sus clásicas «lagunas» dentro de los partidos y pagó caro el precio de la desconcentración. Con muchos errores y un ánimo poco alentador, cedió los siguientes dos parciales (6-1 y 6-4).
En el arranque del cuarto set se vivió el peor momento de Nalbandian: dos sets a uno en desventaja y 2-0 para Soderling. Tiró su raqueta al piso, se quejó por los piques desfavorables y transmitió una sensación de cansancio y falta de motivación.
Pero el rey David sacó adelante un trámite complicado. Su mentalidad ganadora le permitió volver al partido rápidamente y ponerse al frente 5-3 con su servicio. Tardó en cerrar el set, pero finalmente se lo llevó por 6 a 4 y forzó un quinto y decisivo parcial.
La adrenalina corría en el estadio Mary Terán de Weiss como la derecha del unquillense. La gente, pese al frío, se hizo más presente que nunca en este fin de semana. David contestaba con un «¡vamos!» y alzaba sus manos arengando en cada game. Con un desarrollo electrizante, el set llegó al noveno juego con el sueco sirviendo 4-5. Allí David contó con tres match-points y no pudo definirlo.
Tuvo que llegar al quinto match-point, cuando Soderling sacaba 7-8. Una derecha larga del sueco decretó el final de un larguísimo y arduo partido, con una dosis enorme de emoción y aliento del público. «Ahora, a festejar», resumió David, con lágrimas en los ojos.
Mónaco, para completar. Casi el quinto punto de la serie ante Suecia se convierte en decisivo. Sin embargo, Nalbandian batalló lo necesario para llevarse el éxito clave ante Soderling y cerrar el partido por los cuartos de final de la Copa Davis. Tras la alegría, Juan Mónaco salió a la cancha para jugar el último match y se llevó una victoria sencilla por 6-3 y 6-3 ante Thomas Johansson, en una hora y cinco minutos.
Mónaco era el único que no había sumado minutos en esta serie y, por fin, pudo debutar en la Argentina por Copa Davis. Su único partido hasta hoy era por los cuartos de final de 2004, en Bielorrusia, en una caída nacional.
Fuente: La Nación