Si pensó que ese comentario al pasar sobre una noche de borrachera o la presión que le subió por las nubes era sólo eso, un comentario al pasar, se equivocó. Si durante generaciones las abuelas enseñaron que hablar es gratis, Internet llegó para hacer añicos sus enseñanzas y todo lo que usted diga o haga en la red podrá ser usado en su contra. Quizás mañana, quizás en dos semanas o el año próximo, esas palabras se terminen convirtiendo en el argumento para dejarlo sin el nuevo trabajo o rechazarle un préstamo en el banco.
“La gente piensa que Twitter y Facebook son gratis, no, uno paga con sus datos” , asegura Daniel Monastersky, abogado y especialista en delitos informáticos. ¿Por qué? Porque todo lo que uno haga en la Web, y sobre todo en las redes sociales, vale oro para las empresas que buscan saber qué es lo que quieren sus potenciales clientes.
Horacio Cairoli es ejecutivo de SocialAd. Con la ayuda de programas especiales, rastrean en las redes sociales para saber qué es lo que se dice de tal o cual cliente. Pero Cairoli explica que lo que se encuentra va más allá de una marca. “Todos estamos metidos en un superbuscador. Quienes nos dedicamos a esto vemos marcas pero también personas.
La gente debería tener conciencia del impacto de lo que hace en las redes sociales” , advierte. Y sabe porque lo dice. Uno de sus clientes debía elegir entre cinco modelos para hacer una campaña publicitaria. Terminaron tomando a la que tenía mejor “reputación online”.
En todo el mundo, más de mil millones de personas navegan por Internet, el 96 por ciento de ellas usa al menos una red social. Sólo Facebook tiene cerca de 900 millones de usuarios. Los argentinos somos los más fanáticos en toda América, con más de 10 horas por mes de uso.
“Es un escenario de negocios completamente nuevo”, explica Daniel Dron, director de Social Media Institute, que desde hace dos años se dedica a capacitar a profesionales que quieren exprimir toda la información que genera semejante masa de personas navegando en Internet.
El mundo de la publicidad online creció tanto que en sólo cuatro años, en Argentina, aparecieron más de veinte empresas que se dedican a procesar el comportamiento de los cibernautas.
Nadie parece quedar a salvo de esa lupa. “Todos somos conejitos de indias”, dice Federico González, psicólogo y especialista en opinión pública.
Es que no hace falta tener una cuenta en una red para que el Gran Hermano sepa de nosotros, de nuestros gustos y problemas. Google, el buscador que utiliza el 90 por ciento, rastrea palabras claves en todos los correos que pasan por él, ya sea de sus usuarios Gmail, o de los personas que les envían a ellos correos. Y protestar no vale. La advertencia figura entre las condiciones que uno debe aceptar cuando abre una cuenta. Lo mismo ocurre con Facebook.
Las coincidencias en Internet no son casuales. Si dos amigas cruzan mails preocupadas por la mejor marca de pañales, no será extraño que de inmediato al costado de la pantalla aparezcan ofertas de artículos para bebés.
Enrique Millán, de Procurar (Protección a los Consumidores y Usuarios), se queja: “La gente no se pregunta por qué le están ofreciendo una tarjeta de crédito. Si se le están ofreciendo es porque antes lo investigaron”.
¿A dónde va a parar toda la información personal que uno genera en Internet? Nadie lo sabe con certeza. “La reputación online no se puede borrar”, sostiene un especialista en cibercrimen que trabaja en investigaciones policiales. Y confirma lo que las empresas niegan: que no existe diferencia entre la información pública y la privada. En la red, todo puede ser espiado. La información, se vende. Y cotiza alto.
En Google, se defienden: “Nuestro objetivo es darle al usuario la mejor experiencia posible. Esto implica ofrecer contenido personalizado y para eso utilizamos la información que ellos nos facilitan y sus historiales de búsqueda”, dice Florencia Bianco, gerente de Comunicaciones.
“Uno se ve invadido en su privacidad, es el precio que uno paga por la gratuidad, porque una cosa es que esa información la usen ellos y otra que la vendan. Hay una posición asimétrica con respecto a las grandes corporaciones porque existe un vacío que también es difícil de legislar”, señala González.
A fines de mayo, Facebook debutó en Wall Street. A diferencia de otras grandes corporaciones, su capital es intangible. Son los millones de usuarios que el año pasado generaron ingresos publicitarios por 3.200 millones de dólares. No parece mucho en comparación con los 36.500 millones que recibió Google por las publicidades que circulan en todos sus productos . Google y Facebook ofrecen distintas opciones para borrar las “huellas” digitales que dejamos. Pero son pocos quienes logran pasar el desafío de poder activarlas. La inmensa mayoría de los usuarios termina pagando el precio de un servicio “gratuito”. Aunque no lo sepa.