(Río Grande, enero 18 de 2010) – Después de ver pasar con más penas que gloria a tres secretarios de Comunicación Institucional, el gobierno fueguino vuelve a intentar revelarse a sí mismo los misterios de la comunicación, probando al cuarto titular de la cartera, el ex diputado Nacional Leonardo Gorbacz. Sin dudas se ha apelado esta vez a un conocedor in situ de los dramas del ARI en su misión ímproba de pasar de la barricada al frente de combate, un soldado leal de la guerra entablada por Fabiana Ríos (heroica, aunque no termine de definir quiénes son el enemigo), un todoterreno, además, decidido a jugar fuerte en el puesto que le toque. Pero si Gorbacz quiere tener alguna esperanza de éxito en su gestión deberá primero entender quiénes componen el gabinete, cuál es su lógica –si tienen alguna- y enseñarles, finalmente, que la difusión de los actos de gobierno es mucho más que aparecer y desaparecer histéricamente frente a los micrófonos, supliendo la estrategia por una dialéctica más o menos inteligente pero siempre improvisada. Si Gorbacz quiere saber por qué ha fracasado a extremos lastimosos la construcción de una imagen positiva de la gestión deberá observar hasta qué punto la política mediática de los diversos funcionarios (ministros y secretarios) difiere a grado extremo, como si todos ellos conformaran equipos distintos de gobierno, con diferentes objetivos y con tácticas tan divergentes que hasta se diría opuestas entre sí. Deberá saber que se encontrará con funcionarios que en dos años jamás rindieron cuentas públicas de su gestión, un ministro de Economía que además de domar el déficit del gobierno, tiene a su cargo defender la imagen de todo el equipo de gobierno; con una titular de Salud que honestamente cree que se puede engañar a todos todo el tiempo, con un director de Defensa Civil y un secretario de Medio Ambiente afectados de microfonopatía aguda. También deberá asumir que habrá de lidiar con un ministro de Gobierno (nada menos) que puede darse el lujo de desaparecer de los medios por semanas enteras, y cuando aparece, atender a sus dos o tres amigos. En todos los demás casos, mandará a su segundo a poner la cara y el pellejo, suponiéndolo experto en cuanto tema le propongan desde los infinitos frentes de fuego que cargan a un tiempo. Las consecuencias de tal modo de proceder están a la vista asiduamente, para que Gorbacz lo analice y comprenda por qué la imagen del gobierno parece reflejarse en un espejo aberrante (de esos que hay en los parques de diversiones). Ups, Ravaglia lo hizo otra vez El sufrido espadachín del ministro de Gobierno volvió a caer hoy en uno de esos infantilismos que ningún político mediamente formado puede cometer: responder a cualquier insinuación que le llegue, sin analizar ni la seriedad del chisme ni la validez de su origen. Como queriendo remedar la triste imagen del Quijote y su escudero Sancho, (que confundían con temibles guerreros enemigos a los molinos de viento), algunos funcionarios parecen creer que su batalla por la imagen se libra contra los «anónimos infundados». Es de esperar que no se les ocurra pasar a la clandestinidad para «combatir en igualdad de condiciones». Es típico ya que los funcionarios de Ríos (que ignoran olímpicamente desde hace dos años la existencia de muchos medios respetables de comunicación de la provincia) se trencen en discusiones rastreras con fantasmas salidos del ostracismo del chisme, confundiendo supinamente (y expresamente) a lo que ellos mismos llaman un «vulgar panfleto» con un medio de comunicación. Si Ravaglia y su jefe suponen que el debate político puede basarse en lo que ellos aseguran es una publicación anónima, se entiende por qué no les queda tiempo para responder a las inquietudes de los periodistas que todos los días se exponen a la consideración pública, intentando dignamente ejercer como comunicadores. “Lamento que por una falsedad publicada en un blog anónimo y del que cobardemente nadie se hace responsable, la relación con ATSA se vea afectada”, sostuvo el Secretario, (según reza una gacetilla del gobierno provincial) poniendo en tela de juicio la inteligencia de los dirigentes de ATSA, a la vez que se burla de las esperanzas de la gente que quiere ver a sus funcionarios ocupados de cosas importantes. ¿Qué le preocupa a Ravaglia realmente? ¿Manejar dignamente la relación con un gremio o que los dirigentes de ese gremio se “ofendan” con él por un chisme que asegura no tiene autor conocido? ¿Es esa la escala de valores con que se manejan los funcionarios, es su relación personal más importante que la política del equipo de gobierno? ¿Es un chisme de pared pintada, más trascendente que la propia política comunicacional del Estado? Muchos políticos -se sabe- ordenarían salir a buscar al autor del panfleto, no para castigarlo sino para sobornarlo. Es de esperar que no sea el paso siguiente pergeñado por Ravaglia y su jefe para evitar la proliferación de rumores molestos. Como sea, menuda tarea le espera a Gorbacz o a cualquier responsable de la comunicación del gobierno cuando debe trabajar con improvisados políticos cuya visión de la realidad pasa por mirarse en espejos aberrantes o confundiendo el libro de poemas de una vedette con la editorial del New York Times.
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El gobierno, contra los fantasmas
Entre lo peor de la gestión Ríos se cuenta, sin dudas, el déficit comunicacional. Se yerra en cuanto a transmitir los posibles logros, pero ello parte de carecer por completo de estrategia en cuanto a lo mediático.