En el escenario político de Tolhuin, la reciente sesión de asunción de autoridades dejó al descubierto una realidad preocupante: la falta de sintonía con el cambio de paradigma que la mayoría de la población expresó en las urnas. La disonancia entre las fuerzas políticas presentes en el recinto, revela una clara desconexión con la voluntad popular.
La escena protagonizada por los militantes de La Cámpora y Forja, envueltos en una batalla de bombos que eclipsó la sesión, resalta la discordancia de métodos retrógrados que empañan la esencia misma de la democracia. En un acto que debería reflejar la transición ordenada de autoridades, la disputa se convirtió en un espectáculo vergonzoso, donde los vecinos e invitados apenas pudieron escuchar las decisiones cruciales para la comunidad mediterránea.
El video que circuló en redes sociales mostró la caótica escena, con columnas ruidosas de diferentes agrupaciones que hicieron imposible seguir la sesión. Ante esta cacofonía, el intendente Daniel Harrington tuvo que pedir un momento de cordura, a la voz de “cállense un poquito”. La vergüenza ajena se reflejaba en las caras de legisladores, funcionarios y vecinos presentes.
Este episodio no es un hecho aislado, sino un síntoma de una problemática más amplia. Parece haber una resistencia a comprender y aceptar el cambio de paradigma que la mayoría votó, hace muy pocas semanas. Esta falta de lectura en tiempo real de las demandas de la comunidad se manifiesta no solo en el ámbito político sino también en distintos sectores de la sociedad, como el gremial.
Si bien surgen gestos de buena voluntad, como la marcha de este martes de Raúl Castells en el Ministerio de Trabajo en Buenos Aires, el contraste es evidente. Mientras algunos intentan encontrar vías razonables de resolución de conflictos dentro del marco legal, otros sectores como el SUTEF amenazan con combatir en la calle y los colectiveros riograndenses adoptan medidas de fuerza inconsultas e intempestivas.
Las manifestaciones en Tolhuin se tornan anecdóticas frente a las acciones disruptivas de otros sectores, como el SUTEF y los colectiveros, que desafían con medidas intransigentes. En esta disonancia política, se evidencia una falta de adaptación al nuevo escenario que la sociedad demanda y que, en última instancia, la democracia propone.
La pregunta que queda en el aire es si algunos actores políticos y gremiales están dispuestos a sintonizar con los tiempos que corren, o persistirán en la discordia, ignorando el pulso de las mayorías.
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