Publicado en
Columna de Pablo Blanco

Misa militante en la Basílica de Luján: ahora dicen que Dios es kirchnerista

El Senador de Juntos por el Cambio analiza lo ocurrido el pasado fin de semana, tras la polémica ocurrida en Luján.

Casi desafiando la fe del más creyente, el sábado asistimos al espectáculo más vergonzante de los últimos tiempos, de la mano del espacio político oficialista y la Iglesia Católica. Casi empatando al fervoroso encuentro religioso, foto en mano, por Santiago Maldonado.

Nunca estuvo más vigente Discépolo: la Biblia junto al calefón en la Basílica de Luján. Afligidos líderes kirchneristas por elección, por convicción o a la fuerza, disputaban las primeras filas, siendo la imagen más patética la de los ex mandatarios: uno vacunado VIP que trató de groggy al otro, y el otro guitarrista que una semana deslizó una amenaza de muerte al fiscal Luciani.

Estaba también el candidato cool camporista que desafió a la ciudad con romper todo por la seguridad en Juncal y Uruguay junto a la defensora de los discriminados que acusó de odiadores a la oposición. No faltó a la cita el administrador de planes sociales integrante del Vaticano que llamó a dejar la sangre en la calle y otra procesada K del sur de la provincia amiga del cooperativismo. Pura fe y amor al prójimo.

Todos de la mano pidiendo en la iglesia por la paz y la democracia a caballo del apartamiento al sistema democrático y la división de poderes. Es decir, siempre y cuando, la ley y la justicia no los alcance pues no está en su ADN hacerse cargo de sus responsabilidades.

Farsantes desestabilizadores que no paraban de horadar la figura del Presidente y del ministro de Economía hasta que Guzmán dio un portazo, que boicotearon el acuerdo con el FMI, y que detonaron todos los puentes dialoguistas, hoy los convoca la veneración a la nueva figurita del santoral.

Lástima que la canonización fue tan secreta que nos enteramos cuando ya había sido entronizada. No vale la pena darle más entidad ni espacio al dantesco espectáculo que proponen, para disimular el también dantesco escenario de ajuste y miseria que transitamos.

Tuvieron que recurrir al cielo para no hacerse cargo de las necesidades reales que tiene la gente aquí en la tierra que, claramente, son otras: bajar la inflación, detener el aumento de precios, que el estado pague las prestaciones médicas, que se mejore de una buena vez la producción y el suministro de energía, que no se metan con las personas discapacitadas y, por qué no, que dejen a la Justicia actuar de manera independiente, sin presiones ni amedrentamientos.

Lo que sí no podemos dejar de reclamar porque llama profundamente la atención es la mirada condescendiente, contemplativa y silenciosa de la Iglesia frente a la injusticia, el hambre, el desempleo, la inseguridad, la manipulación de los pobres, la extorsión de los gerentes de planes sociales y la desigualdad.

La Basílica de Luján y el Clero toleró no sólo la concurrencia (inevitable por cierto) de esta facción política, sino que no alzó la voz para que se modifique el tenor de la convocatoria de tinte político, empañando y adueñándose nada más ni nada menos que de la Colecta más importante del año.

Cuanto menos, si se quiso evitar la confrontación mediática, debió destinar un apartado en el sermón para poner en su lugar las cosas.

¿Quién, si no la Iglesia, para alzar la voz en nombre de los que menos tienen, los desposeídos, cuando tiene la oportunidad de exponer y reclamar a los mismísimos responsables políticos frente a frente? ¿Qué mejor que exigir acciones concretas en lugar de diatribas huecas y maniqueas?

Los pobres no tienen ocasión ni siquiera de pedirles limosna a los gobernantes, pues ni siquiera se acercan salvo para pedirles el voto. El hambre y la calle son impiadosos, y la actitud de la iglesia no fue misericordiosa con los necesitados, sino compasiva y denigrante.

En el mejor de los casos, es una oportunidad histórica más perdida por decisión consciente y exclusiva de la iglesia. Estaba en sus posibilidades incluso considerar y sopesar que el clamor por la paz ni siquiera abarcaba una convocatoria interreligiosa. Y digo «la Iglesia» porque este episodio sólo es el último, pero la situación desesperante no es nueva y el clamor no se escucha.

¿Por qué será que estos acongojados fieles tan democráticos y pacifistas no replicaron la iniciativa en una mezquita? ¿Intentaron extender la convocatoria en alguna sinagoga? De seguro, los muertos de AMIA y la Embajada de Israel pudieron haber tenido alguna incidencia para el resquemor.

En cambio, la vituperada Iglesia Católica no pareció sentirse incómoda oficiando de anfitriona para el teatro montado por el kirchnerismo y sus auspiciantes para correr el ojo del ajuste y la inflación; para disimular los tarifazos rebautizados «redistribución de subsidios» o las reasignaciones en el presupuesto, la falta de dólares, el cepo y las retenciones. Para esconder los chats de whatsapp; el hambre, la educación, la inseguridad. Los recortes en salud y una inflación imparable rondando el 100% interanual.

En definitiva, complicidad para seguir escondiendo la miseria y el desencanto, la angustia y la desesperación, otrora prioridad para el entonces Cardenal Jorge Bergoglio.

Ojalá se hubiera ofrecido el Arzobispado de Buenos Aires y el Clero en su totalidad para exigir acciones y eventualmente mediar como garantes en pos de cumplir la misión para la que fueron llamados. Ojalá se hubiera aprovechado el púlpito (y los de todas las iglesias) para dar un panorama sincero y crudo de la realidad lamentable que viven a diario millones de argentinos, para que quede grabado en las pupilas y en el corazón de los dirigentes.

Para algunos el silencio o la complicidad también es violencia. Queda en manos de los hombres de Dios demostrar a qué señor están dispuestos a servir.

Comentarios