El ex Presidente Raúl Alfonsín, un amante confeso de la Tierra del Fuego, visitó numerosas veces la Isla. En 1984, a poco de asumir, fueron dos sus arribos a tierra fueguina. La primera, el 5 de mayo, no pasó de lo protocolar. La segunda fue más trascendental, llegó para acompañar los festejos del Centenario de Ushuaia. Frente al Intendente José Estabillo, el Gobernador Adolfo Sciurano y todo un pueblo (habitantes por entonces del Territorio Nacional) pronunció una frase con formato de promesa histórica: “… En el recuerdo de los pioneros, de los hombres que a través del tiempo tuvieron responsabilidades en el manejo de la administración de esta tierra, vengo a comunicarles que el esfuerzo, la decisión y la voluntad de Uds. han hecho que impartiera instrucciones para poner en marcha el proceso de provincialización de esta tierra”.
Pasarían dos años antes de que la promesa comenzara a hacerse realidad. El 26 de setiembre de 1986 se trataba en sesión de la Cámara de Diputados el dictamen de la Comisión de Asuntos Constitucionales, por el que se declaraba “Provincia el territorio que comprende la parte oriental de la Isla Grande Tierra del Fuego e Isla de los Estados y Año Nuevo”. Se mantenía como territorio nacional al sector antártico argentino, las Islas Malvinas, las Georgias y las Sandwich del Sur.
Alfonsín tenía por entonces muchos problemas políticos dentro y fuera del país, el recuerdo de la guerra de 1982 estaba fresco. Con mayoría radical en Diputados se imponía en la votación final del 1 de octubre el criterio de “provincia chica” impulsado por el Ejecutivo y rechazado por los peronistas que propugnaban la “provincia grande”, con las Malvinas incluidas. Por mayoría, 103 diputados, volcados por el proyecto oficialista, se impusieron a 50 peronistas (incluido Torres) que impulsaban el dictamen alternativo.
Dos años después, el 21 de setiembre de 1988, el Senado trataba el proyecto y lo aprobaba pero con una reforma sustancial. La “provincia grande” salía favorecida en esa votación y la ley debía retornar a diputados, donde tuvo que esperar dos años más la llegada de un gobierno peronista para ver la luz definitivamente.
Bajo la presidencia de Alberto Pierri, la Cámara baja retomó el proyecto cuando estaba a días de pasar a archivo, lo que dejaría las esperanzas de los fueguinos truncas quizás por muchos años más.
Aquella madrugada del 26 de abril de 1990 se desataba el festejo. Con 198 diputados presentes, 106 lo hicieron por la afirmativa y 91 por la negativa.
Lejos, muy lejos del Congreso Nacional, en Tierra del Fuego, unas 60 mil almas festejaban. Pero la pelea por la “provincia grande o provincia chica” nunca terminó de diluirse, la situación de Malvinas sigue siendo un problema, aunque las Islas están indiscutiblemente dentro del territorio provincial.
Por efecto de esa polémica, la fijación de los límites en forma precisa y legal sigue siendo una deuda pendiente. La última Provincia de la Argentina, la más extensa en el dibujo cartográfico, la que más litoral cuenta, la que más creció en el siglo XX, todavía espera el toque final para proclamarse en igualdad de condiciones con todo el resto de sus hermanas.
Ni el 26 de Abril, ni el 1 de Junio. El día en que se sancione la ley que establezca los límites geográficos de la Provincia de Tierra del Fuego, Islas Malvinas e Islas del Atlántico Sur, entonces sí, habrá nacido para los tiempos la provincia que completa el mapa de la soberanía argentina.