La laguna, de un intenso color azul, está situada en predios de la estancia Monte Aymond, a cinco kilómetros de la frontera con Chile.
El espejo de agua ocupa un cráter volcánico inactivo que, según los expertos, es producto de un fenómeno posglaciario del período cuaternario, hace unos 2,5 millones de años.
El lugar forma parte de uno de los campos de lava más importantes del mundo, Pali Aike o «Lugar del Diablo», como llamaron los tehuelches a ese desolado territorio de unos 4.500 kilómetros cuadrados, que se extiende desde el río Coyle al estrecho de Magallanes, entre la Argentina y Chile.
Aunque antiguos pobladores relatan historias sobre la imposibilidad de llegar al fondo de la laguna; otras, de pasajes que la conectan con el océano Pacífico, e inclusive de la presencia de peces ciegos por la oscuridad de sus aguas, la profundidad de la Laguna Azul fue establecida en unos 50 metros.
Un baquiano de la zona dijo a Télam que «las aguas de la laguna se sacudieron cuando fue el gran terremoto en Chile», el año pasado.
El proyecto para sumarla al circuito turístico local, centrado ahora en la pingüinera de la reserva Cabo Vírgenes, en el extremo austral del continente, fue presentado por el diputado Aníbal Billoni, exrector de la Universidad Nacional de la Patagonia Austral (UNPA), con su par justicialista Francisco Anglesio.
Visitar la Laguna Azul permite conocer «una de las regiones volcánicas más recientes de toda la Patagonia extraandina y donde mejor se han preservado los rasgos eruptivos y las manifestaciones del vulcanismo continental», indicó Billoni, a quien asesoró Hugo Corbella, especialista en volcanes de la región patagónica.
La iniciativa no demandará una gran inversión, señaló, pues sólo requiere mejorar caminos vecinales y huellas, por los que se accede al lugar desde la ruta nacional 3, y realizar algunas obras complementarias para uso de los turistas.
En los alrededores de Río Gallegos hay volcanes, conos de escoria (montículos en torno a la chimenea de un volcán) y formaciones de muy reciente data en términos geológicos, únicas en el país y que constituyen un importante atractivo.
Al singular campo volcánico, de fácil acceso y relevante interés paisajístico, suman encanto y diversidad particularidades del terreno producidas por la interacción explosiva de lavas al tomar contacto con el agua o el hielo.
Eso se debe a que cuando sucedieron las erupciones volcánicas gran parte del área estaba sometida a condiciones climáticas glaciares o periglaciales, predominando en consecuencia la tundra y los suelos permanentemente congelados.
En este geoparque el visitante podrá apreciar desde muy cerca conos de escoria recientes y otros más evolucionados, aislados o alineados a lo largo de extensas fracturas, antiguos lagos de lava y cráteres gigantescos llamados «mares», producto de explosiones hidrovolcánicas.
El área es también pródiga en coladas de lava de distintos tipos y formatos, y un sinnúmero de relieves y texturas como lava, hornitos, túmulos y crestas de presión.
Un alineamiento de conos a lo largo de una importante fractura que finaliza hacia el norte en el complejo volcánico y otras curiosas y notables configuraciones integran «un paisaje de inquietante y singular belleza», destacó Billoni en su proyecto, que fue aprobado la semana pasada en la Legislatura santacruceña.