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SEMBLANZAS: Capeche

Primera entrega semanal de una serie de relatos inspirados en la emoción del Dr. Jorge Daniel Amena. Exclusivo para www.radiofueguina.com


SEMBLANZAS


Por Jorge Daniel Amena (*)






CAPECHE



Capeche gritó como loco: ¡Dejen carajo, este tiro libre lo pateo yo!



Era arquero el gordo Capeche.



Era grande y robusto para el fútbol infantil, tenía diez años y ya trabajaba de peón en una tornería, de escuela, poco y nada.



Juntaba las virutas que caían de los tornos y pasaba prolijamente un pincelito con nafta y un líquido blanco como leche desvaída, a los trozos de metal que giraban.



Después, se limpiaba las manos con una especie de aserrín, pero nunca llegaba a tener a las uñas ni las manos del todo limpias.



Atajaba bien Capeche.



Tenía la certeza que da el laburo. “Esto me lo gané y es mío”, pero casi nunca tenía plata el gordo, ni yo tampoco, solo compartíamos el césped, y el especial de mortadela y queso, después del partido.



-Patea como una yegua- opinaban los expertos de la mesa de billar del club, con regusto a Cinzano con fernet para los adultos y aroma de aceite verde para los que nos encaminábamos a la cancha.



Mi número once (11) decía en definitiva, que debía agarrar la pelota y luego correr sobre el lateral, por sobre la línea de cal hasta el fondo mismo de la retaguardia.



Como soy diestro debía frenar de golpe y cambiar de pierna para tirar el centro atrás.



Todo dependía de varios factores, a saber: Si el área chica era un infierno de piernas y tocadas de culo, debía patear a media altura, para la volea o “llovida”, para el cabeceo de sobrepique.



Yo era muy rápido pero a veces me olvidaba la pelota y corría sin ella.



“Tenés un balde en la cabeza” me gritó un director técnico del club. (En realidad, el único que tuvimos).



El mismo tipo que un día hizo una rifa, se afanó toda la recaudación y logró de ese modo que el ganador no ganara nada, y por caso, que embargaran la redes, la máquina de café y todas las mesas y sillas y hasta el metegol y el billar, patrimonio del club.



Un buen día de Dios, en otoño, al edificio le pusieron una bandera roja y lo remataron.



En su césped quedaron las marcas de mis botines “Sacachispas” con tapones de goma, como frenadas de la historia.



En ese momento del partido el Gordo Capeche cruzó los cuarenta metros que lo separaban del arco contrario, me miró y dijo- Entrá en diagonal, de atrás y en el punto del penal te la doy servida-



Meditó un instante y siguió: – O quedate afuera y aprovechá el rebote.



Yo dije que sí con la cabeza y el flequillo, medias bajas y la camiseta afuera del pantalón.



La tribuna estaba llena de ansiosos, gente común, pasto común, vermut y aceitunas.



Por una cuestión de criterio (precoz) me di cuenta que intentar cabecear era un despropósito, dada mi estatura.



Capeche tomó carrera, con su buzo azul y las rodilleras de fieltro despegados flameando su imagen de segunda mano y descarte.



Le pegó con la cara interna del pie derecho, la pelota hizo una extraña comba y rápidamente, comprendimos que “eso” era algo más que un centro al área. La pelota pegó en el palo de madera y picó en medio de los defensores centrales. En un instante de heroísmo deportivo salté y de media volea me metí en el arco con pelota y todo.



Capeche saltó y gritó su gol, en realidad siempre fue suyo, un golazo de peón mecánico, entre las perlas del rocío.



Sobre el pasto, con la pelota dormida, se podían observar mi radio, cúbito y codo en una hermosa fractura semi expuesta.



Capeche me dijo: Ganamos dos a uno. ¡Bien pendejo!



Días después, en el club fuimos tratados como héroes, el cantinero no permitió que pagáramos el especial demortadela y queso y la Coca. Había gente que se enorgullecía de nosotros.



Cuando hay humedad, y me duele todo lo roto (aún hoy) vuelve el centro de Capeche a surcar el aire del pasado y la pesada pelota de gajos de cuero marrón y tientos se estrella una y otra vez en el travesaño de mi niñez.





(*) Escritor- Abogado Constitucionalista – ex Legislador provincial y Convencional Constituyente provincial, colaborador permanente de la ONU para Asuntos de Africa.



(Se autoriza la reproducción, citando la fuente. Rogamos informar acerca de su publicación.)



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