Por: Leonardo Pérez Bustos (*)
La globalización nos ha sumergido en su ritmo, vivimos en la era de la inmediatez, en la que demandamos todo a todos al instante y vemos e interactuamos con el mundo desde la palma de nuestra mano.
Lamentablemente lo inmediato también tiene sus efectos colaterales, nos obliga a vivir en permanente coyuntura, surgen desafíos todos los días y así como surgieron, desaparecen.
En esta era de lo inmediato, surgen muchos momentos de caos, confusión e incertidumbre, el problema es cuando la coyuntura toma el primer plano permanente y se queda ahí como la gran monopolizadora de nuestra realidad.
De este manera tenemos un enorme árbol, que no impide a todas luces ver el bosque, así es que dejamos de ver el largo plazo y dejamos las políticas de estado, para atender exclusivamente las emergencias del momento de cada día.
Necesitamos de bomberos y arquitectos, Bomberos para atender la emergencia cotidiana y arquitectos para diseñar y ejecutar la obra de nuestro futuro, aquellas políticas de estado que nos permitan tener un rumbo coherente.
Tierra del Fuego en particular, parece padecer del mismo problema, la misma emergencia todos los meses y recurren al mismo cuartel de bomberos para atacar esa emergencia inagotable, pero no ha procurado el diseño y la ejecución de una política de estado que busque sanear los problemas coyunturales que se han vuelto en estructurales y terminan siempre siendo el centro de la atención.
Necesitamos de bomberos y arquitectos, Bomberos para atender la emergencia cotidiana y arquitectos para diseñar y ejecutar la obra de nuestro futuro.
Resolver este problema implicara mucho compromiso, un compromiso que hasta los días de hoy no se ha visto y creo que en este sentido no puedo ser del todo optimista, ya que quienes en su amplia mayoría ocupan espacios de poder no son demandados por una sociedad que tenga un pleno sentido de identidad y pertenencia.
La especulación ya se ha hecho cotidiana, para muchos que ven a Tierra del Fuego solo como un lugar de paso.
La crisis ya no es ni de carácter política o económica, solo vemos las consecuencias de una profunda crisis social, de quienes prefieren la especulación del corto plazo que otorga beneficios inmediatos y su satisfacción efímera e individual por sobre el esfuerzo de construcción colectiva de bases sólidas del largo plazo.
No tengo lugar a dudas que el gran desafío de la próxima década será educar al soberano fueguino, dotándolo de las herramientas intelectuales necesarias para hacer frente a los tiempos por venir, pero más importante aún del sentido de identidad y pertenencia, del amor propio que debe tener aquel que se siente parte de su tierra e impone el proyecto colectivo por encima de cualquier beneficio individual, sectorial o coyuntural.
(*) Consultor político. Titular de Neodelfos Consultora
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