Morales pidió a los líderes opositores Carlos Mesa y Luis Fernando Camacho, a los que acusa de instar un golpe de Estado para echarlo del poder, que «no maltraten» a los bolivianos y los «dejen de patear».
«No queremos enfrentamientos», agregó, a la vez que dijo renunciar para propiciar la «pacificación» de Bolivia y que «vuelva la paz social».
El país atraviesa una seria crisis desde las elecciones del 20 de octubre, en las que fue proclamado vencedor pero la oposición denunció fraude y pidió su renuncia.
Los enfrentamientos entre afines y contrarios a Morales dejaron desde entonces tres muertos y más de 400 heridos.
«La lucha no termina acá», advirtió con la voz entrecortada por momentos, para insistir en su denuncia de un «golpe cívico, político y policial» instigado por «grupos oligárquicos que conspiran contra de democracia», reseñó la agencia de noticias EFE.
Al respecto, exigió ante la comunidad internacional que «se diga la verdad» sobre lo que consideró un golpe de Estado.
Asimismo, se mostró dolido por la violencia de los últimos días, para recalcar que enviaba al Parlamento su carta de renuncia para que cesen los actos violentos.
Aseguró que estará en un futuro en el trópico de Cochabamba, la zona de Bolivia desde la que inició su carrera política, tras una serie de rumores sobre su salida del país.
«No tengo por qué escapar», declaró Morales, porque «no he robado nada».
Tras recordar su condición indígena, manifestó que al comienzo de la jornada había renunciado a su triunfo electoral para un cuarto mandato seguido hasta 2025.
Morales había anunciado nuevas elecciones, luego de que, horas antes, un informe de la Organización de Estados Americanos advirtiera de graves irregularidades en los comicios.
«Mi pecado es ser indígena, dirigente sindical, cocalero», exclamó, al término de sus «trece años, nueve meses y 18 días» en el poder desde que tomó posesión el 22 de enero de 2006.
«Muchas gracias por acompañarnos», concluyó, junto a García Linera, con una bandera del país de fondo.
Telam
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