Durante los primeros días de octubre de 1945, Juan Domingo Perón ejercía simultáneamente los cargos de vicepresidente de la nación, secretario de Guerra y secretario de Trabajo y Previsión del gobierno militar que había derrocado al presidente Ramón Antonio Castillo, integrado por los generales Arturo Rawson, Pedro Pablo Ramírez y Edelmiro Farrell.
Pero sus constantes enfrentamientos con la cúpula militar había llevado a las autoridades a tomar una drástica decisión: exigir su renuncia total. El 9 de octubre Perón cumple con la orden y al día siguiente inaugura una nueva etapa: brinda un discurso desde el balcón de la Secretaría de Trabajo que tuvo gran repercusión y en el que enumeró una lista de reivindicaciones laborales que deseaba llevar a cabo.
Ante esta situación, el gobierno militar tomó otra decisión firme: ordenar la detención y el procesamiento de Perón y firmar por decreto la convocatoria a nuevas elecciones.
Durante la madrigada del 11 de octubre, Perón y Eva se subieron a un automóvil rumbo a San Nicolás para desde allí instalarse en una isla del Delta, para que nadie supiera sobre su paradero. Al día siguiente, la Policía fue a buscarlo a su departamento. No lo encontró pero consiguió dar con el lugar en el que se refugiaba. Allí fueron el 13 de octubre y lo detuvieron y lo llevaron a la Isla Martín García.
El 15 de octubre, varios sindicatos, arengados por el discurso peronista, declararon una huelga general con un objetivo concreto: exigir la libertad de Perón. La provincia deBuenos Aires protagonizó una gran movilización de días que mantuvo a la sociedad revolucionada. Mientras tanto, acusando problemas de salud, el coronel pidió su traslado al Hospital Militar de Palermo. Llegó allí durante la madrugada del 17 de octubre.
Horas después, trabajadores de muchos barrios porteños salieron a las calles en una huelga masiva que coreaba consignas a favor de Perón. La cúpula militar en un primer momento no leyó lo que pasaba como una amenaza, confiaba que con el correr de las horas el tumulto popular iba a disiparse. Sin embargo, ocurrió lo contrario: se volvió cada vez más cuantiosa. Para algunos llegaron a ser cientos de miles; para otros, millones. Por eso, el ministro de Guerra Eduardo Ávalos aceptó charlar con el coronel para armar una especie de pacto: permitir que Perón se dirija a los manifestantes para calmar las aguas.
Diez minutos después de las 23, el coronel salió a un balcón de la Casa de Gobierno en Plaza de Mayo y brindó un discurso para la historia en el que prometió seguir con su defensa a los trabajadores, les pidió que volvieran a sus hogares pero les solicitó que al día siguiente cumplieran con un paro. Fue liberado.
«Esto es pueblo. Esto es el pueblo sufriente que representa el dolor de la tierra madre, que hemos de reivindicar. Es el pueblo de la Patria. Es el mismo pueblo que en esta histórica plaza pidió frente al Congreso que se respetara su voluntad y su derecho. Es el mismo pueblo que ha de ser inmortal, porque no habrá perfidia ni maldad humana que pueda estremecer a este pueblo, grandioso en sentimiento y en número. Esta verdadera fiesta de la democracia, representada por un pueblo que marcha, ahora también, para pedir a sus funcionarios que cumplan con su deber para llegar al derecho del verdadero pueblo», dijo Perón entre muchas otras cosas ante la multitud.
Después de eso, Perón retomó la lucha política y consiguió incidir en el Ejército, dado que varias de sus figuras principales comprendieron su poder sobre las masas. El 22 de octubre, el coronel se casó con Eva Duarte y arrancó con su campaña política.
La Nación
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