El año pasado, Pablo Pruvost se encontraba realizando una expedición por la zona conocida como Policarpo, en Península Mitre, cuando se topó con un cajón que cambiaría su vida: asomaba en la playa, entre la arena, una colección de vajilla. Enseguida notó que el descubrimiento era peculiar.
Junto al grupo de expedicionarios que viajó hasta Policarpo con él y otros aventureros, procedió a inspeccionar la vajilla y tomar algunos elementos.
El comienzo del calvario
Apenas arribó a Río Grande, se comunicó con el Gobierno y ofreció no sólo los elementos que se había llevado consigo, sino que también se mostró dispuesto a acompañar a los funcionarios del área pertinente hasta la zona del hallazgo. Sin embargo, nadie se mostró interesado.
Todo cambió luego de que Pablo comenzara a ofrecer el material a diversos museos. Enterados del verdadero valor histórico de la colección, los representantes del Estado intentaron hacerse con la muestra, mediante todos los métodos posibles, a pesar de que él mismo las había ofrecido. En el medio, llegaron a amenazarlo con allanamientos y denuncias penales.
La «historia oficial» no lo reconoce
Una vez entregado el material, el Gobierno celebró con bombos y platillos el descubrimiento, aunque nunca mencionó la labor clave que Pablo Pruvost y sus compañeros tuvieron para que esta vajilla, que luego se descubriría data del Siglo XIX, se pierda en el oleaje.
Ahora, se presentó incluso un documental sobre la «expedición» de rescate de la muestra, aunque no habrá reconocimiento oficial por parte del Gobierno: es que Pablo Pruvost pasará a la historia como «Pablo Plumboso»; así lo decidió nombrar el Ejecutivo provincial.
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