Por resolución de Gobierno Nº 50 del 2 de abril de l928, se concede a Manuel Anllo autorización para establecer en el paraje denominado Punta María, del Departamento de San Sebastián, un negocio de Hotel y Ramos Generales, con despacho de bebidas. ¿Qué llamó a este comerciante español a poblar un lugar casi desierto, en una zona sin caminos, únicamente transitable a caballo o en carreta de bueyes… ?
Tal vez haya sido la visión que nacía en la seguridad de que los nuevos pobladores surgidos de la subdivisión de tierras de 1925, iban a necesitar toda clase de materiales y herramientas para su instalación en los nuevos establecimientos a fundar, como asimismo un lugar confortable donde disfrutar de una buena comida caliente y de una cama para descansar al abrigo de las inclemencias del tiempo.
Si eso era lo que había pensado el gallego Manuel Anllo, acertó en todo, aunque nunca se hubiera imaginado que con los años, una ruta asfaltada pasaría por la puerta. El gallego tenía mucho oficio, según se cuenta. Vicisitudes de la vida lo habían llevado a recalar en Río Gallegos, lugar donde fue cocinero, peón de patio, jornalero y hasta llegó a conseguir un puesto de mozo en el principal hotel de la Ciudad. Solía contar que cuando llegó a Gallegos ya se palpaba en el aire la agitación social que culminaría en actos de violencia insospechados. Se venía el paro y Anllo decidió irse más al sur, y así fue como se afincó en Río Grande.
Aquí descubre las posibilidades de la instalación del hotel en Punta María, iniciando de inmediato la tramitación de la autorización correspondiente ante la Gobernación del Territorio. Obtenida ésta y luego de varias postergaciones, se inaugura el establecimiento asistiendo vecinos de Río Grande, personal del Frigorífico y de las estancias más cercanas. Hubo asado, cazuelas, empanadas y mucha bebida.
Posteriormente y aprovechando la bajante de la marea, se iniciaron las carreras cuadreras sobre la arena de la playa, destacándose el caballo de Río Grande, el LISCRA, del gallego Manuel Arias. Se dice que, en menor escala, también se jugaba a la taba.
El éxito del negocio superó los cálculos más optimistas, y Anllo, que tenía una sociedad de hecho con Don Agustín Vidal en la explotación del Hotel Progreso de Río Grande, vendió las mejoras del mismo y bajo el rubro de ANLLO Y VIDAL, se dedicaron exclusivamente al negocio de Punta María. Obtienen la representación de Caminos y Van Peborgh, consignatarios de frutos del país y aprovechando la evolución de los estancieros chicos, continúa su carrera de éxitos. Ya en l939 la firma tiene la solvencia de una sucursal bancaria.
Así se llega a 1946, año en que fallece don Manuel Anllo. Aquí se suscita una historia de amor. Fue un duro golpe, no sólo para la firma, sino para doña Norma Ofelia Lartigau, quien al no poder sobreponerse a la muerte de su esposo, ocho meses después decidió quitarse la vida internándose en el mar, tal como lo hiciera Alfonsina en Mar del Plata. Le cupo a don Agustín Vidal continuar con la empresa. En diciembre de 1949 la región fue sacudida por un fuerte terremoto, y los efectos en Punta María se tradujeron en la rotura de toda la cristalería del negocio, aunque sin desgracias personales.
El 13 de junio de l952 quedará signado como el día fatal para Punta María, ya que naufraga en las proximidades de Santa Cruz el LUCHO IV, con un cargamento de madera que Vidal fletaba hacia Buenos Aires y que perdió totalmente. Ese mismo día un incendio redujo a cenizas el Hotel Punta María, exactamente al cumplir los 24 años de su fundación. Fue reconstruido casi de inmediato, manteniéndose por razones sentimentales, las estructuras y fisonomías anteriores.
Punta María, Hotel y Ramos Generales continuó así hasta 1970, año en que falleció Vidal, recayendo en su hijo Agustín la continuación de la razón comercial, pero éste también falleció en 1978 en plena juventud. Su velatorio se realizó en el Club Social, concesionado por entonces por Nasif Chedrese y su familia. Al año siguiente la sucesión cierra definitivamente el Hotel.
Esta historia ya tiene más de medio siglo y no está mal que usted la conozca. Punta María fue reabierta después de estar muchos años cerrado, aunque luego se había transformado en un club de campo. Carlos Brea lo explotó allá por los años 1958 y pasó en ese tiempo a ser lugar de reuniones del MID. De este relato se desprende una cosa por demás curiosa. Jorge Silva, el último que lo había explotado, falleció luego, y todo hacía aparentar que continuaba esperando a los viajeros tal como lo hacía el gallego Manuel Anllo. En años posteriores hubieron otros intentos, pero casi todos fallidos.
(Narrado en los largos y grises días de la Semana Santa de 1998. Por cierto, hay más…)
Carlos M. Ratier
Ex director del Centro Histórico Documental de Río Grande
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