BB King, que con sus apasionados acordes de guitarra y sus sentidas letras se convirtió en el ídolo de generaciones de aficionados y músicos, y se ganó el apodo de Rey del Blues, murió el jueves en su casa de Las Vegas. Tenía 89 años.
King falleció el jueves de forma tranquila mientras dormía a las 9:40 de la tarde PDT, en su casa de Las Vegas, indicó su abogado Brent Bryson. Los preparativos para su funeral están en marcha, señaló.
El forense del condado de Clark John Fudenberg confirmó el deceso.
La mayor de los hijos sobrevivientes del músico, Shirley King, de la zona de Chicago, dijo estar disgustada por no haber tenido ocasión de ver a su padre antes de morir.
Aunque B.B. King siguió actuando hasta bien pasados los 80 años, el ganador de 15 premios Grammy sufría diabetes y su salud había empeorado en el último año. El pasado octubre sufrió un desmayo durante un concierto en Chicago, más tarde atribuido a la deshidratación y el agotamiento. Estaba recibiendo cuidados paliativos en su casa de Las Vegas.
GENIO DE LA GUITARRA
Durante la mayor parte de una carrera de más de 70 años, Riley B. King fue no solo el rey indiscutido del blues, sino también un mentor para decenas de guitarristas como Eric Clapton, Otis Rush, Buddy Guy, Jimi Hendrix, John Mayall y Keith Richards. Grabó más de 50 discos e hizo giras por todo el mundo incluso en su última década, a menudo ofreciendo 250 conciertos al año o más.
B.B. King tocaba una guitarra Gibson apodada cariñosamente Lucille, con un estilo que combinaba hermosos punteos con sonoros acordes, sutiles vibratos y notas desgarradas.
El resultado podía producir escalofríos, al igual que su tema más conocido, «The Thrill is Gone». Podía hacer llorar y gritar de angustia a su guitarra, al narrar esa historia de amor desvanecido que terminaba lamentando en tono gutural «Now that it’s all over, all I can do is wish you well» («Ahora que todo ha terminado, todo lo que puedo hacer es desearte suerte»).
Su estilo era inusual. A B.B. King no le gustaba tocar y cantar al mismo tiempo, así que desarrolló un estilo de diálogo entre él y Lucille.
«A veces creo que hay más cosas por decir, para hacer que el público comprenda que intento hacer más», dijo King a Associated Press en 2006. «Cuando canto, no quiero que usted oiga sólo la melodía. Quiero que viva la historia, porque la mayoría de las canciones tienen una historia bastante buena».
Un tío suyo predicador le enseñó a tocar, y él afinó la técnica en medio de una pobreza mísera en el delta del Mississippi, la cuna del blues.
«Siempre intenté defender la idea de que el blues no tiene por qué cantarlo una persona que venga del Mississippi, como yo», indicó en su libro de 1988 «Off the Record: An Oral History of Popular Music».
«La gente tiene problemas en todo el mundo», señaló. «Mientras la gente tenga problemas, el blues no podrá morir nunca».
SONIDO DE MISSISSIPPI
Uno de los que siguieron ese argumento fue Clapton, el roquero y músico de blues británico que colaboró con él en «Riding With the King», un disco superventas que ganó un Grammy en 2000 al mejor disco de blues tradicional.
Aun así, la influencia del Delta era innegable. King empezó a recoger algodón en granjas arrendadas en la zona de Indianola, Mississippi, antes de ser un adolescente. Cobraba apenas 35 centavos por cada 100 libras de algodón, y seguía resolviendo deudas de aparcería cuando salió del ejército tras la II Guerra Mundial.
Se estrenó en la radio con un cuarteto de góspel en Mississippi, pero no tardó en mudarse a Memphis, Tennessee, donde un empleo como pinchadiscos en WDIA le dio acceso a una gran variedad de grabaciones. Estudió a los grandes guitarristas del blues y el jazz, como Djando Reinhardt y T-Bone Walker, y tocaba en vivo unos pocos minutos cada día con el nombre de «Beale Street Blues Boy», después abreviado a B.B.
A través de sus emisiones y conciertos, pronto se ganó seguidores en la comunidad negra y grabó su primer éxito de R&B, «Three O’Clock Blues», en 1951.
En la década de 1960 comenzó a llegar al público blanco, especialmente jóvenes aficionados al rock, con discos como «Live at the Regal», que luego se consideraría una grabación histórica digna de preservación en el Registro Nacional de Grabaciones de la Biblioteca del Congreso.
Amplió más su público al actuar en 1968 en el Newport Folk Festival, y cuando sirvió de telonero para los Rolling Stones en 1969.
B.B. King fue introducido en el Salón de la Fama de la Fundación del Blues en 1984, y en el Salón de la Fama del Rock and Roll en 1987. En 1990 recibió un premio a toda su carrera del Salón de la Fama de los Compositores. También fue galardonado con la Medalla Presidencial de la Libertad, entregada por el presidente George W. Bush, regaló una guitarra al papa Juan Pablo II y cantó a coro «Sweet Home Chicago» con el actual presidente de Estados Unidos, Barack Obama.
Pese a todo, B.B. King insistía modestamente en que solo mantenía una tradición.
«Sólo soy alguien que tomó el relevo, porque empezó mucho antes de mí», dijo en 2008.
Desde que comenzó su carrera de músico profesional, se diría que King nunca dejó de actuar. Cuando no estaba grabando recorría el mundo incansable, interpretando 342 conciertos en noches distintas en 1956. En 1989 pasó 300 días de gira. Al cumplir 80 prometió que bajaría el ritmo, y lo hizo, a unos 100 conciertos al año.
Tuvo 15 hijos biológicos o adoptados. Once le sobreviven, según miembros de la familia.
(AP)
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