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Cumbre: Cristina criticó con dureza a Obama

Cuestionó su política contra Venezuela y sugirió que su gobierno podría estar vinculado con «golpes blandos»

Todos los temas que abordó fueron estratégicamente elegidos para concentrar sus críticas en un único destinatario: Barack Obama. Cristina Kirchner pronunció ayer uno de los discursos más encendidos en contra del jefe de la Casa Blanca, a quien cuestionó duramente por haber firmado el decreto que declaró a Venezuela una amenaza.

Calificó ese acto de «rayano con lo ridículo» y hasta contó que le había causado gracia. Dijo que era «absurdo y una sinrazón», pidió a los Estados Unidos que usara su cuantioso presupuesto para la lucha contra el narcotráfico y la inmigración ilegal, y deslizó la responsabilidad de la administración norteamericana en lo que calificó como intentos de «golpe blando» contra su gobierno y la región.

Para cuando ella habló, Obama había abandonado la extensa mesa circular que compartían y nada escuchó de lo que la Presidenta trajo aquí para decirle. Molesta por la ausencia, Cristina disparó munición gruesa. «¿No está? No importa, alguien se lo contará», reaccionó con ironía, mirando hacia el lugar vacío que había dejado el hombre que se llevó todas las miradas tras firmar el histórico acuerdo con Cuba y reunirse aquí con Raúl Castro. La mala relación de la Casa Rosada con Washington marcó el tiempo político del final de mandato de la Presidenta en esta VII Cumbre de las Américas, la última de la que participará.

La Presidenta se presentó en bloque con sus pares de Venezuela, Nicolás Maduro; de Bolivia, Evo Morales, y sobre todo de Ecuador, Rafael Correa, el cuarteto que esgrimió las posiciones más duras hacia los Estados Unidos.

Con Obama apenas se dio un apretón de manos. Nada más. Con Maduro, en cambio, se reunió en la previa al encuentro de presidentes en el Hotel Intercontinental Miramar, donde se hospedó, anteanoche. Allí, en una hora y media, acordaron la posición común que llevarían al plenario.

Las palabras presidenciales contrastaron con los cálidos elogios que minutos antes había dedicado Raúl Castro a Obama, que sorprendió al pedir apoyo para su par norteamericano, al que trató como una persona «humilde». En ese contexto, en el que habían sonado los aplausos para ambos, le tocó hablar a la Presidenta.

Desde el inicio anticipó el tono. «No seamos cínicos», reclamó cuando pidió a los Estados Unidos un cambio en su política de lucha contra el narcotráfico. «¿En dónde se lava el dinero? ¿En los bancos de los países que producen la droga o en los paraísos fiscales y los bancos de los países desarrollados?», cuestionó, y pidió perseguirlo con «el mismo ahínco» con el que «se investiga el financiamiento del terrorismo internacional».

Ni siquiera el histórico diálogo entre Obama y Castro pareció conmover demasiado a Cristina. Si bien rescató que el descongelamiento de las relaciones después de medio siglo se haya dado durante el mandato del demócrata, pidió no confundirse con esos gestos. «Yo sé que al presidente Barack Obama, lo acaba de decir, no le gusta mucho la historia o le parece que no es importante. A mí me encanta porque me ayuda a comprender lo que pasa», se diferenció. «No estamos presenciando el encuentro de dos presidentes. No, señores. Cuba está aquí porque luchó con una dignidad sin precedentes», remarcó.

Por la tarde, antes de partir y desde el lobby del hotel, repitió los conceptos centrales de su discurso ante la prensa, y fue un poco más contemplativa con Obama.

«Bueno, tampoco en ningún país del mundo un presidente tiene todo el poder», equilibró.

Durante su presentación ante los mandatarios, Cristina pareció aludir a la denuncia del fiscal Alberto Nisman en su contra. «Han surgido nuevas formas más sutiles de intervención e influencia en nuestros gobiernos, en las que se utilizan medios de comunicación multinacionales, denuncias falsas, asociaciones caprichosas de Estados con otros Estados para hacer no sé qué conspiraciones», asestó.

En su respaldo a Maduro, incluyó el reclamo contra Gran Bretaña por haber reforzado el presupuesto militar en Malvinas. «Si querían enfrentar a Venezuela, deberían haber encontrado otra forma. Nadie puede creer tampoco que mi país sea una amenaza al Reino Unido», planteó.

Y a pesar de que reprochó la injerencia en asuntos internos después de que Roberta Jacobson, una de las principales funcionarias de Obama, dijo que la economía argentina está «en muy mala forma», chicaneó, «así como al pasar», que la Casa Blanca «debería ser más efectiva para combatir el narcotráfico y la inmigración ilegal» con los 640.000 millones de dólares de presupuesto militar.

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