Un grupo que dijo ser una rama yemení del grupo Estado Islámico se atribuyó la responsabilidad de los atentados suicidas y dijo que era una advertencia del «río que está por venir» contra los rebeldes, conocidos como hutis y quienes han tomado la capital y gran parte de Yemen.
El grupo publicó una declaración en línea diciendo que cinco atacantes suicidas llevaron a cabo lo que describió como una «operación bendita» contra las «madrigueras de los chiíes».
De ser cierta, el atentado del viernes sería el mayor ataque cometido por simpatizantes del Estado Islámico en Yemen y una señal ominosa de que la influencia del grupo que ya controla una buena parte de Irak y Siria se ha extendido a esta caótica nación, donde una poderosa filial del grupo miliciano Al Qaeda ya opera.
El comunicado fue publicado en la misma página web en la que una organización afiliada al grupo extremista en Libia se atribuyó la responsabilidad por el ataque mortífero del miércoles en un museo en Túnez.
Los rebeldes, conocidos como hutis, controlan la capital desde septiembre y han estado enfrentados con los combatientes suníes de Al Qaeda en varias partes del país. Un representante de Al Qaeda dijo que su grupo no estaba detrás del ataque del viernes.
Un total de 137 personas murieron y 345 resultaron heridas en cuatro ataques con explosivos en dos mezquitas.
Los ataques tuvieron como blanco dos mezquitas controladas por rebeldes chiíes: la de Badr, en el sur de Saná y la de al-Hashoosh, en la parte norte de la capital.
Según la televisora Al Masirah, el ataque ocurrió durante las oraciones del mediodía, tradicionalmente la hora de más concurrencia en la semana. Dijo que los hospitales estaban solicitando donaciones urgentes de sangre.
RÍOS DE SANGRE
Testigos dijeron que al menos dos atacantes se inmolaron dentro de la mezquita Badr. Uno caminó dentro del recinto y detonó su explosivo, causando pánico entre las decenas de fieles que trataron de huir. Fue entonces cuando un segundo suicida atacó en medio de la multitud aterrorizada.
Un testigo en la mezquita al-Hashoosh dijo que la explosión lo hizo volar dos metros de distancia. «Cabezas, piernas y brazos de las personas muertas estaban regadas en el piso de la mezquita», dijo Mohammed al-Ansi a The Associated Press. Agregó que la «sangre estaba corriendo como un río».
Al-Ansi agregó que muchas personas resultaron heridas gravemente por los vidrios que cayeron de las ventanas de la mezquita. Recordó correr hacia la puerta junto con otro sobreviviente y escuchar a un hombre gritar «¡regresen, salven a los heridos!».
El canal de TV chií trasmitió imágenes dentro de la mezquita al-Hashoosh, donde voluntarios utilizaban cobijas ensangrentadas para trasladar a las víctimas. Entre los fallecidos había un niño pequeño. Los cuerpos fueron alineados en el piso de la mezquita y trasladados en camionetas.
Los ataques ocurren un día después de intensas batallas en la ciudad sureña de Aden, entre tropas leales al ex presidente y al actual mandatario, que dejaron 13 muertos y obligaron a cerrar el aeropuerto internacional.
Un país árabe sumido en guerra civil y al borde de la secesión
Yemen está sumido en un grave conflicto político, agravado desde que el presidente Abdo Rabu Mansur Hadi se retractara el mes pasado de su anterior dimisión y anunciara que continuaba siendo el legítimo jefe del Estado, en contra de lo dictado por los hutíes.
Los atentados del viernes elevan la crisis política y de seguridad en el país, que también registró otro grave episodio con el bombardeo del Palacio Presidencial de la ciudad meridional de Adén, perpetrado el jueves por la aviación controlada por los hutíes.
Miembros de Al Qaeda asesinaron el viernes a 29 soldados yemeníes en la ciudad de Al Hota, capital de la provincia de Lahsh, en el sur del país.
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