Contreras es acompañado en escena por Felipe Díaz, Juan Gabriel Miño y Camilo Polotto y la pieza tiene asistencia de dirección de Alberto Antonio Romero, producción de Mónica Paixao, selección de textos del mismo Contreras y espacio y luz de Tantanian.
«Si bien interpreté ‘Cenizas’, que estrené en 2012, era una obra de teatro para un solo actor; en cambio ésta se acerca más a la idea del unipersonal, a pesar de que tiene la unidad del autor de los poemas, lindante con el recital de poesía», confió Contreras en diálogo con Télam.
Para el actor, que compartió no pocas sobremesas con el mayor de los Parra, «hay una puesta en escena en la que Tantanian es un director con una intuición extraordinaria, un profundo sentido de la teatralidad y una verdadera inteligencia para fundir los contenidos poéticos en el espacio».
«De todos modos, estar solo arriba del escenario es arduo, porque uno no está tan seguro de mantener la atención de la gente, capturar su atención por más de 50 o 60 minutos, ya que no tenés la posibilidad de dialogar, de jugar; estás con vos y el público, que es muy extraño», manifestó.
Según Contreras, el público «actúa como una sola persona, a veces ‘está pintado’ y lo odiamos, a veces viene tosedor y también lo odiamos, pero en definitiva -sostuvo- lo que nos da la verdad es el final, cuando aparece el aplauso a veces insospechado; cuando se tiene la idea de no haber creado la comunión y de repente sí se revela en ese gratificantes aplausos».
Contreras y Tantanian reeditan su vínculo escénico -fueron protagonista y director en «Blackbird», de David Harrower, «Cenizas», de Neil Labute-, ahora con música en vivo de Diego Penelas, quien abordó la poesía de Nicanor Parra desde el canto, la melodía y la armonía, con el doble desafío de acercarla al universo musical de Contreras.
«Mi vínculo con Parra viene de un libro de sus poesías, ‘Obra gruesa’, que me regalaron en Chile en 1971, cuando yo estaba haciendo ‘Hablemos a calzón quitado’, del argentino Guillermo Gentile; para mí es un libro sagrado desde que lo tuve en mis manos», enfatizó.
El actor ya conocía al poeta por su obra «y mi cercanía con Nicanor se debe a que yo era joven cuando él irrumpió con la ‘antipoesía’, que es lo más joven que acontecía en ese momento en la poesía hispanoamericana, por lo menos», evocó.
Los puntos a favor eran su humor, su lenguaje llano y coloquial, el haberle quitado el almidón y la pompa a la poesía, y todo eso, de un poeta que había formado parte recientemente del movimiento «beatnik» en Los Angeles, para un muchacho de 17 o 18 años, resultó una revelación.
«Así como en Chile la revelación del tango me llegó por el furor de Argentino Ledesma en los años 60, mucho antes que Gardel, aunque después el tango me enseñó otros gardeles -expresó-, mi entrada a la poesía fue por Nicanor, más allá de que por supuesto que en el colegio conocí a Pablo Neruda, Amado Nervo o señores aburridos como Garcilaso de la Vega».
Ésa fue su entrada «gozosa» en la poesía, «y mi empuje a participar de un taller literario donde también pretendí ser poeta, como todo chileno que se precie», dijo el intérprete, que en estos días cumple 40 años de residencia argentina.
«De alguna manera estoy celebrando esas cuatro décadas con Nicanor, que es quien me ha tenido atado a mis raíces, ya que se sabe que la lengua es la historia de una comunidad y quien mejor la ha representado, por lo menos en la última centuria, es este hombre, este Nicanor, que es hoy el chamán de nuestra tribu desde hace años, el que conserva el lenguaje, el que preserva la manera de ser de los chilenos», resumió.
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