La decisión adoptada por el primer ministro griego, Andonis Samarás, de convocar este mes a la elección parlamentaria del presidente heleno, empujó al país al borde de una crisis política que está sacudiendo a los mercados y a la economía.
En la semana que acaba de concluir, la Bolsa de Atenas ha sufrido una verdadera debacle al perder un 20% de su valor en apenas dos jornadas, debido al temor que genera un fracaso de la elección del candidato presidencial de Samarás en el Parlamento.
La cuestión no es menor, ya que en caso de el candidato del oficialismo, Stravos Dimas, no obtuviese los 180 votos necesarios para su designación, la coalición gobernante de Nueva Democracia (ND, derecha) y Pasok (socialdemócrata) debería anticipar las elecciones generales para enero o febrero.
El motivo de la alarma de los mercados, tanto en Grecia como en toda Europa, es que las encuestas indican que la izquierda radical de Syriza obtendría el primer puesto, con alrededor de un 31% de los sufragios, cinco puntos porcentuales por encima de ND, y bien lejos del Pasok que sólo lograría un 5%, por detrás de los nazis de Aurora Dorada.
Pero, bien mirado, esta reactivación de la crisis financiera griega se produce en medio del hundimiento del precio del crudo y de acciones y bonos en todo el planeta, por lo que lo que está ocurriendo en el país balcánico debería considerarse en el giro que ha dado la situación económica mundial.
En este sentido, hay que señalar que así como el precio del petróleo se ha desplomado de poco más de 100 dólares en junio pasado a los 58 dólares por barril de la actualidad, la capitalización de la Bolsa de Atenas ha pasado de 101.000 millones de euros a poco menos de 55.000 millones en el mismo período.
Esta evolución bursátil es indicativa de la percepción que tienen los inversores sobre la economía griega, más aún si se tiene en cuenta que la mayor parte de las firmas cotizantes son bancos y empresas locales.
Desde esta perspectiva, los temores a una reapertura de la crisis de Grecia iniciada en 2010 y apenas contenida por descomunales planes de ajuste sostenidos por la “troika” del Banco Central Europeo (BCE), del FMI y de la Unión Europea (UE).
En apariencia, el eventual replanteamiento de una crisis de la abultada deuda griega de 315.000 millones de dólares y equivalente al 174% del PIB, tendría un detonante político ya que el gobierno de Samarás considera que la recesión ha quedado atrás.
Este año, los ingresos por turismo, los más importantes de la balanza corriente griega, ascendieron a 13.0000 millones de euros, mientras que en septiembre se registró un descenso de la desocupación a 25,7% respecto al 28% de un año antes.
Estas cifras y el clima de mayor calma política decidieron a Samarás a anunciar, hace dos meses, el final del plan de rescate de la “troika” de manera anticipada.
Sin embargo, esto no ha sido posible. Bruselas ha ampliado por otros dos meses el programa de rescate, un tiempo que considera necesario para arribar a un acuerdo con Atenas para que el gobierno imponga un mayor recorte de jubilaciones y del gasto público que asegure el pago de los vencimientos de la deuda.
Esta deriva, que ha generado una dura y cada vez menos sorda resistencia popular a un austeridad que ha traído una miseria desconocida en décadas, está en la base de la apuesta de Samarás a convocar a la elección del nuevo presidente en el Parlamento.
Los analistas helenos creen que la jugada del primer ministro apunta a fortalecer su poder para aplicar unos planes económicos que encontrarán, nadie lo duda, una oposición sindical y popular creciente.
Si la elección de Stavros se concreta, Samarás podrá exhibir este resultado como un voto de confianza parlamentario a su gestión y puede proclamar que tiene respaldo para cerrar un acuerdo con la “troika” y exigir que se respeten sus términos.
Y un eventual fracaso en esta elección parlamentaria conduciría a generales anticipadas donde el primer ministro, que especula con que Syriza no alcanzaría mayoría parlamentaria, jugaría a fondo para limitar la diferencia que le sacaría la izquierda y poder reeditar la alianza de Nueva Democracia y Pasok.
En cualquier caso, la base para un reverdecer de la crisis financiera encuentra sus pilares en el estancamiento económico, la deflación de precios y, por sobre todo, en el carácter impagable de la deuda griega.
Esto puede ser ilustrado con la evolución de esa deuda, que ha pasado de los 329.514 millones de euros de 2010 a los 314.801 millones actuales tras el canje y renegociación post-crisis.
No obstante, el porcentaje de la deuda sobre el PIB saltó de un 148% aun 175% en el mismo período, lo que significa que la reducción del monto no ha aliviado la situación del país y de su población sino que, por el contrario, la ha agravado.
En un contexto de parálisis económica, con datos iguales o peores a los de Estados Unidos bajo la Gran Depresión, la caída de la producción, de las rentas y del consumo, tornan cada vez menos viable sostener el pago de una deuda descomunal con una economía en esas condiciones.
Comentarios