(Río Grande, 20 de marzo de 2011) – La cruda información periodística dirá que un 19 de marzo de 2011 dejó este mundo el cantor popular Argentino Luna y el canto surero se viste a silencio y la guitarra llora los arpegios de su silencio, para rendirle homenaje al hombre que dedicó su vida a la milonga, el estilo, la cifra, la zamba y fue un verdadero puntal de la música criolla argentina.
Murió el sábado a la edad de 69 años, luego de estar peleándole durante los últimos dos meses a una «grave enfermedad» que al final le ganó, pero que su canto y su personalidad no morirán jamás.
Rodolfo Giménez era su nombre verdadero y encontró su nombre artístico gracias a la iniciativa del artista plástico Argentino Ortíz Agüero Luna y a partir de ese momento comenzó su carrera con la guitarra y el canto, recorriendo los escenarios del país, grabando discos y recibiendo el cariño que su público (que hoy lo llora), le brindó en cada una de sus presentaciones.
Desde muy pequeño Argentino repartió su tiempo entre las tareas rurales en Villa Gesell, los estudios y la guitarra que luego sería su inseparable compañera en 45 años de trayectoria.
Con «Guitarra prestada», que fue el título de su primer disco en que vió la luz en 1968, simboliza en cierta manera su vocación que nació en hora temprana y con el momento cuando tener una guitarra propia, era casi un artículo de lujo.
«Tuve el honor -contaba Luna- de cosechar el reconocimiento de muchos pueblos como la consagración de Cosquín, el Limón de Oro en Tucumán, la Palma de Plata en Santa Fe, discos de oro y el reconocimiento de mi pueblo General Madariaga cuando me declararon Ciudadano Ilustre».
Públicos de Estados Unidos, Uruguay, Costa Rica y Paraguay también lo vivaron y escucharon con entusiasmo con su «Mire que lindo mi país paisano», que se convirtió en uno de los indiscutidos himnos del cancionero popular argentino.
«Soy un permanente agradecido de la vida porque me dió todo lo que un hombre puede soñar y querer, mi familia y los amigos que a través de los años se fueron agigantando y siemper quiero tener como dice Horacio (Guarany), la parrilla de mi casa con la grasita jugosa del último asado, porque eso quiere decir que la mesa nos une seguido», declamaba en su momento.
«Zamba para decir adiós», «Malevo», «Así cantó Madariaga», «En Cosquín están cantando», «A Mercedes Sosa», «Hijo, no te preocupes», «La razón de mi canto», «Desde el recuerdo te canto», «Ando por la huella», «Capitán de la espiga» y «Hoy función guitarra y canto», son algunas de sus más reconocidas composiciones dentro de un amplio y rico repertorio.
Decidor, trovador, juglar de la actualidad y de las realidades sociales, además de ser un conocedor por excelencia de las cosas nuestras y el campo con su milonga fogonera, fue un artista que en el escenario mayor de Cosquín que lleva el nombre de «Atahualpa Yupanqui», sólo con su guitarra y su canto, convertía la plaza en un templo en un teatro y había una simple comunión con «Juan Pueblo», como él llamaba a su gente.
Además siempre le brindó su espacio a jóvenes valores que luego fueron surgiendo dentro del folclore argentino como Argentino Luna, Alejandro Avila, el payador Nicolás Membriani, Lucía Ceresani y recientemente Germán Montes entre otros jóvenes valores.
Y así nomás, al tranco manso se nos fue el Gaucho de Madariaga luego de pelearle cara a cara a la muerte, luego de una penosa enfermedad que se le complicó en el sur argentino, pero su
música, sus canciones, sus relatos no morirán jamás y erl recuerdo del pueblo y el de sus colegas, los cantores populares no lo permitirán.
Seguramente ya en la inmensa Peña del Cielo, donde los cantores se nos van de gira, Argentino Luna se habrá encontrado con la «negra» Mercedes Sosa, Suma Paz, Hernán Figueroa Reyes, Jacinto Piedra, Roberto Romero y el «Gringo» Bulacio de los Tucu Tucu, Atahualpa Yupanqui y Santiago Ayala «El Chúcaro».