A los 56 años, con una veintena de álbumes editados, más de 90 millones de copias vendidas y un área de influencia que abarca el manejo de algunos cuantos otros negocios, a primera vista todo haría suponer que Gloria Estefan es el producto de movimientos fríamente calculados. Sin embargo, la cantante cubana, radicada desde muy pequeña en los Estados Unidos, asegura que hay mucho menos de estrategia que de ganas de concretar una buena idea.
De ese modo cuenta que nació su nuevo álbum, The Standards, en el que ofrece sus versiones de una docena de títulos esenciales del cancionero popular norteamericano, a los que agregó nuestra El día que me quieras y la carioca Eu sei que vou te amar.
“Durante una cena, en la Universidad de Miami, Shelly Berg se sentó al piano y me llamó para cantar una canción para la gente. Ahí recordé una que hacía durante la gira de Conga para que la gente supiera que también sabía cantar música seria. Y cuando empecé, fue como si un libro se me hubiera abierto en el cerebro”, resume la cantante.
¿Por qué?
Porque siempre había pensado que algún día grabaría un disco con standards de la música americana. Era una idea que necesitaba tiempo para madurar. Y en ese momento, lo vi todo en un segundo. Cuando terminamos la canción, le dije a Shelly que había estado esperando mucho tiempo para hacer algo así, y que me iba a encantar hacer ese disco con él. Y todo encajó perfectamente, como las cosas pasan en el universo cuando tienen que pasar.
¿Cómo elegiste el repertorio?
Son canciones que tienen que ver con mi vida. Al tratarse de temas que ya han hecho los más grandes de la música, tienes que aportarle algo que sea íntimo tuyo, que evoque tus emociones. El público capta enseguida si algo es honesto. Entonces, Embraceable You, por ejemplo, se la grabé a mi hija Emily, (What A) Wonderful World es mi mantra, mi forma de ver la vida, como Smile. Cada una tenía algo muy personal.
Muchas de estas canciones forman parte del inconsciente colectivo, a través de versiones históricas. ¿No te generó mucha presión enfrentarte a eso?
Es el reto y el riesgo que uno asume cada vez que hace algo. Pero, como le digo a mi hija, tú tienes que brindar lo que es tuyo y tienes que creer en lo que estás haciendo. Nunca hagas algo porque estás pensando que va a ser un éxito o por lo que pueda pasar en el mercado. Si pensás en el mercado, ya estás atrasado. Porque para estar en ese mercado, tienes que haberlo pensado dos años antes. Tu tienes que hacer artísticamente lo que te exprese.
¿Tomaste en cuenta versiones anteriores?
Las escuché, pero no me basé en ninguna en particular. Lo que hice fue bajarme cinco o seis de mis versiones favoritas, porque hay muchas de mis grandes cantantes, para saber qué se había hecho; y también por dónde no ir. Cuando eres músico, todo lo que escuchas te queda dentro. Cuando canté Good Morning Heartache por primera vez, hace 25 años, tenía muy presentes la versión de Diana Ross, porque hacía poco que se había estrenado la película Lady Sings the Blues, y la de Natalie Cole, que había hecho una versión que me parece espectacular. Pero ahora quería darles mi estilo. De modo que cuando entré al estudio, sólo fue ver qué producía cada una de ellas en mí. Por qué las había elegido. Por qué las había descubierto. En el momento en el que fui a cantar, con la banda tocando ahí, en vivo, me olvidé de todo. Sabía que lo que iba a cantar era mío y no tenía nada que ver con lo que había escuchado. Y creo que es uno de los discos que mejor he cantado en mi carrera.
Antes hablabas de la necesidad de que madurara la idea. ¿Cómo te llevás con el paso del tiempo?
Siempre he sido muy realista. Pero no me siento de ninguna edad. Siempre he tratado de evolucionar. En mi vida personal, y también en la profesional. En el mundo de la música, no aceptando las condiciones de las compañías, que quieren que uno siga haciendo lo que resultó exitoso. Algo que para mí es una trampa muy grande.
¿Por qué?
Porque tú tienes que crecer. La vida tiene que ser parte de tu música, y tienen que escucharse esas vivencias, esas experiencias, a través de lo que estás componiendo y transmitiendo. Quizás lo siento así porque asumo que soy compositora primero, y cantante después. Me considero más una comunicadora y una escritora que una diva de la música. Me tuve que acostumbrar a ser el centro de atracción de la banda, porque no es parte de mi naturaleza. Pero lo importante, para mí, fue, es y será seguir creciendo, en todos los niveles: como persona, espiritualmente, como madre -ahora también como abuela- y como artista. Sería muy triste seguir haciendo lo mismo que hice 30 años atrás, aunque todavía me guste. Podría cantar Conga eternamente, porque me encanta, y parece que fue escrito ayer. Pero el tiempo pasa, y en cada década hay algo lindo para aprender y para disfrutar. Y yo no iría hacia atrás.
Parece que nunca perdieras el control. ¿Es así, o sólo es un buen manejo de tu imagen?
La palabra clave en mi vida es “balance”. No soy ninguna santa, pero el balance te deja vivir tu vida disfrutando de todo. Cuando vas a los excesos, quizás puedes lidiar con ellos, pero si no es así, no te enteras hasta que es tarde. Y tienes que vivir el resto de tu vida sin nada de lo que te gusta, porque te pasaste demasiado del límite. Creo que uno puede disfrutar de la vida y aprender algo, que es la razón por la que estamos aquí. Amar incondicionalmente, no sólo a tu pareja, sino a tus hijos, a tu familia. A tus fans. No soy extrema. Nunca lo he sido.
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