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Sonia Fernández es docente y periodista; sanjuanina de nacimiento, hoy es vecina de Río Grande pero en 1998 vivía con su familia en Ushuaia y recuerda con asombrosa precisión al doctor Luis Romero Hiriart.
“Estaba a punto de nacer mi cuarto hijo –evoca Sonia- cuando me sobrevino una bronquitis, alguien me dijo que había un otorrinolaringólogo nuevo en Ushuaia, fui a verlo y lo que ocurrió con él me quedó para siempre en la memoria, por eso apenas lo vi. en televisión hace unos días supe con toda seguridad que se trataba de él, aunque lo mencionaban como anestesista”.
El bebé estaba por nacer, los médicos tenían programada una cesárea para esa semana, fines de julio de 1998. Sonia tenía indicaciones estrictas de su ginecólogo: “por ningún motivo tenía que ingerir corticoides, eran muy peligrosos para el embarazo, me lo había reiterado mi especialista, el doctor Ibarreche”.
Fue entonces cuando consultó a Romero Hiriart, “tenía siempre una actitud rara, la mirada como perdida me asustaba, no confiaba en él, le tomé miedo, tanto que a la segunda consulta le pedí a mi esposo que me acompañara, le tenía miedo a Romero, no digo que parecía loco pero tenía una mirada muy extraña y actitudes impropias de un profesional”.
En esa segunda consulta, el especialista creyó oportuno inyectar corticoides para frenar la bronquitis, “me quería obligar como fuera, yo me negaba porque así me lo habían recomendado, pero él insistía, al final casi escapé del consultorio, sé que a otra paciente (recuerda su nombre, Patricia Tapia) la obligó a inyectarse, no sé si le provocó algún daño, pero recuerdo que la forzó a aceptar su medicación”.
Las quejas contra el profesional recién ingresado al Centro Médico Fueguino llegaron a oídos de la dirección y la respuesta fue inmediata: Romero Hiriart fue despedido en cuestión de horas por el director Edmundo Heredia. Trabajó dos meses en Ushuaia, luego se pierde su rastro, algunos creen que trabajó un tiempo en Río Grande, otros aseguran que volvió inmediatamente a la provincia de Córdoba, de donde venía.
Lo cierto es que no hay testimonios de que Romero Hiriart haya dejado una impronta trágica en Tierra del Fuego, como la hubo en otras provincias, la reacción a tiempo de pacientes y directivos evitó lo que pudo ser una nueva tragedia en la currícula del médico más denunciado de los últimos tiempos.