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El peor ejemplo de todos

Las permanentes y graves infracciones que se cometen desde la órbita del Municipio abren serios interrogantes acerca de la posibilidad de inculcar buenos hábitos en el común de los ciudadanos.


La quimera de ser una ciudad limpia y ordenada como la mayoría de las comunas europeas, no deja nunca de ser una lejana pero válida aspiración de todos los riograndenses.


Sabido es que, en tiempos no muy lejanos, Río Grande supo mantener un aspecto medianamente aseado y cuidado, hasta llegar a merecer el apodo de “jardín de la Patagonia” que algunos presuntuosamente quisieron otorgarle. A mediados de los 90’s la ciudad lucía magníficamente iluminada, decorada con flores de un modo que provocaba la admiración del turista y hasta se imponía cierto apego solidario al conducir. Hasta dicen algunos visitantes que en ninguna ciudad de la Argentina se respeta la prioridad del vehículo que circula por la derecha, tal como se practica en Río Grande.


Aun es así, es común escuchar a nuestro señor intendente hablar de los malos hábitos de los vecinos riograndenses, criticar el exceso de infracciones en la vía pública, los hábitos pocos higiénicos de los vecinos y hasta por momentos uno se vuelca a creer que le ha tocado en suerte al ingeniero administrar una ciudad habitada por salvajes.


Resulta extraño, sin embargo, escuchar tamaños sermones de funcionarios que son responsables de tener a la ciudad (otrora limpia y cuidada) en un estado donde nada parece funcionar como corresponde. Pésimos servicios de transporte público, basura por doquier, baches que se han adueñado de las calles, perros sueltos y enfermos al extremo de significar un problema grave desde hace dos décadas. A ello se suma la habilitación de un matadero cuyas condiciones de funcionamiento han convertido la vida de sus vecinos en un calvario, la planta depuradora de líquidos cloacales cuyas emanaciones laceran cualquier concepto acerca de calidad de vida y así, la lista de falencias en concepto de administración municipal podría tornarse interminable.


De todos modos, comprobar que es desde la propia administración que se brinda un ejemplo deprimente de inconducta y de violación de las normas vigentes, ayuda a pensar quiénes son en realidad los responsables de que la propia comunidad pase por alto conceptos básicos de convivencia. Está claro que mientras desde el propio Municipio se cultive la falta de respeto a las normas reglamentarias, de salubridad y de convivencia, de poco valen (y en todo caso revelan un alto grado de cinismo) los sermones pretendidamente didácticos de ningún funcionario municipal.


Valga a modo de ejemplo lapidario mencionar que la sede del Juzgado Municipal de Faltas (nada menos) no cuenta con salida de emergencia ni acceso para discapacitados.


Pero las postales que acompañan estas líneas no dejan dudas de que hay mucho para reprocharle a la intendencia y que el primer culpable es el estado municipal si las cosas no funcionan.


En las imágenes de arriba se aprecian dos camionetas oficiales del municipio, una estacionada en infracción (sobre la izquierda, donde está prohibido) en calle Pellegrini y la otra posada sobre la vereda, frente a una dependencia también municipal.


Lo de abajo es lisa y llanamente escandaloso. Bolsas con el rótulo que reza “Municipalidad de Río Grande” arrojadas desaprensivamente en una calle de tierra, en plena zona urbana, cercana al barrio CGT y a la planta depuradora. Ningún vecino de esta ciudad tiene posibilidad alguna de utilizar estas bolsas, sólo puede haber perpetrado tal desmán un funcionario municipal.


“Haz lo que yo digo y no lo que yo hago”, podría ser el próximo lema de esta gestión, tan afecta a las frases hechas y a los íconos copiados. Los vecinos, se dirá, hacen lo que pueden.