En medio de reclamos por el costo de las entradas para presenciar partidos de futsal en Río Grande, Guillermo Vargas, referente de la Liga Oficial de Fútbol, abordó en Radio Fueguina las críticas, y explicó los fundamentos económicos detrás de los precios.
Con una postura clara, Vargas señaló: «AFA puso en un reglamento único que el valor de la entrada por partido es de 8.000 pesos. Obviamente nosotros no nos podemos respetar a ese valor acá en Río Grande». Mientras la entidad madre exige ese monto, en la ciudad fueguina los valores oscilan entre $2.000 y $3.500, según el tipo de recinto.
Sobre la distinción entre gimnasios públicos y privados, el dirigente precisó: «En los gimnasios públicos la entrada vale 2.000 pesos y podés ir a cualquier cancha. En los privados, son 3.500 porque hay que pagar los alquileres para desarrollar la disciplina». Detalló que alquilar una cancha privada cuesta entre $35.000 y $45.000 por hora, y ejemplificó: «Durante tres días, pagamos cerca de 2 millones de pesos de alquiler. Si una persona paga 3.500 pesos, puede ver casi 14 horas de futsal, de 9 de la mañana a 12 de la noche».
Ante la sugerencia de diferenciar entradas por partido, Vargas reconoció las complejidades que eso conlleva: «Hay clubes que tienen una situación social complicada. Si un niño juega 3 o 4 partidos en un día, eso no lo maneja la liga, sino los clubes». Recalcó que el 75% de los clubes no recibe ayuda económica de los padres: «No pagan cuota, seguro, o tienen que hacer eventos. La situación económica los obliga». Además, contrastó: «En Camioneros, el 50% de los chicos no pueden pagar la cuota, y el club cubre arbitrajes y seguros».
Sobre la transparencia en el uso de lo recaudado, afirmó: «Nosotros hemos sido sinceros: los clubes privados deben pagar servicios como luz y gas. Si no cobráramos entradas, no se podría jugar». Y cerró con un llamado a la corresponsabilidad: «El que le tiene que responder al papá es el club, no la liga. Estamos acostumbrados a una sociedad donde no se asume esa cadena».
La exposición de Guillermo Vargas subraya un equilibrio frágil: sostener el futsal en una ciudad con arraigo deportivo, sin trasladar los costos que AFA impone, y al mismo tiempo, contener a familias afectadas por la inflación. Un desafío que, según sus palabras, «obliga a entender realidades, pero también a priorizar la supervivencia de los clubes».
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