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Estancia Violeta

Cuando el fuego se lleva parte de la historia fueguina

El fuego arrasó la casa principal de estancia Violeta. Se perdieron bienes y recuerdos imborrables de un hogar casi centenario. Todo se llevó el fuego, menos las ganas de los Romero de seguir siempre adelante.

Ha ocurrido cientos de veces en más de 130 años de historia en Tierra del Fuego, como en la Patagonia. Propiedades valiosas, más por su historia que por su riqueza material pasan al oscuro rincón de una memoria empañada por las llamas y el humo.

Mucho ha sido lo que se debió lamentar, luego del poderoso paso de los incendios que se han llevado en segundos lo que tanto costó construir. Desde el primer edificio de la Misión Salesiana hasta el último (por ahora) ocurrido la semana pasada y cuya presa fue la casa principal de estancia Violeta, unos pocos kilómetros de Río Grande, a orillas del río Chico.

La propiedad histórica de la familia Romero, refugio cálido y confortable de una familia que gestó por muchos años innumerables emprendimientos, al resguardo de la casa principal, de madera, y construcciones que fueron creciendo a su alrededor, a medida que llegaban las nuevas generaciones.

En su blog “Memoria Popular del Centenario”, con emoción y justeza, Ana Berbel Smolcic relata que “con 98 años la casa de la querida família Romero en Estancia Violeta, sufrió el infortunio de un incendio, que quienes los hemos padecido sabemos lo difícil que es transitar ese duelo material”.

“Allí vivieron –refiere- Federico Romero, hijo de una de las más numerosas familias de pioneros y su esposa Violeta, hija de Milton Roberts”.

“Una casa centenaria, que vio crecer a sus hijos, sus nietos, sus bisnietos y tataranietos. Y que transitó en paralelo la historia de nuestro pueblo. Allá lejos junto al río Chico en la estancia que algunos erróneamente llaman «las Violetas» por un descuido en el cartel de Vialidad, se nos apaga otra vez el Río Grande aquel”, nos lleva Berbel a lamentar y a condolernos del duelo de toda la familia Romero.

Duelo que no podrá con su fortaleza y su don de emprendedores, ni al actual jefe de la familia, el querido Osvaldo “Sulko” Romero, ni a sus hijos Inés y Sebastián, sus nietos y una bisnieta ni a ninguno de quienes lo acompañan y toman su ejemplo.

Cuando aún las llamas no habían terminado su faena destructora, los Romero al unísono prometían (y se prometían) volver a empezar, reconstruir su hogar sin tiempo para lamentarlo. Y empezar a crear nuevos recuerdos.

Sin flaquezas y sin pedir ayuda. A la consabida pregunta “¡Qué necesitan?”respondieron una y otra vez “sólo agradecer, a los amigos, a los bomberos y a todos quienes se acercaron a darnos una mano”. “Estamos muy agradecidos con todos ellos y les prometemos no aflojar”, reiteraba Sulko, apartando escombros y barriendo cenizas.

Su historia familiar es garantía de que así va a ser. Renacer de las cenizas para honrar la historia que el fuego se llevó para siempre.

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