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Turismo en Antártida

Destino en auge que conjuga aventura, lujo y conciencia ambiental

La Antártida atrae a miles de turistas cada año con experiencias únicas que combinan aventura y lujo. Sin embargo, el auge plantea desafíos ambientales que exigen un turismo responsable y sostenible.

La Antártida, alguna vez reservada exclusivamente para científicos y militares, se ha transformado en un destino turístico cada vez más atractivo para aventureros de todo el mundo. Con un número creciente de visitantes año tras año, este enigmático continente blanco ha convertido a Ushuaia, capital de Tierra del Fuego, en el epicentro de las operaciones hacia el séptimo continente, consolidándose como la capital mundial del turismo antártico.

La ubicación estratégica de Ushuaia, de hecho, la ciudad más cercana a la Península Antártica, resulta clave en este fenómeno. Desde su puerto parten la mayoría de las expediciones, mientras que el Aeropuerto Internacional Malvinas Argentinas ha experimentado un notable incremento en el tránsito de pasajeros y vuelos dedicados a esta travesía. Durante 2024, incluso, se inauguró una sala VIP en la terminal aérea para brindar una experiencia más cómoda a los viajeros, reflejando la importancia creciente de esta actividad.

El turismo en la Antártida tiene sus raíces en 1958, cuando el buque argentino Les Eclaireurs transportó a los primeros turistas al continente helado. Desde entonces, la región experimentó un auge, especialmente a partir de los años noventa, con la consolidación de actividades turísticas en cruceros.

Hoy, más del 90% de las visitas se realizan a bordo de estas embarcaciones, que ofrecen itinerarios que suelen incluir la Península Antártica, las islas Shetland del Sur y, en ocasiones, destinos más lejanos como las islas Georgias del Sur y Malvinas. Estas travesías, disponibles entre noviembre y marzo, tienen una duración promedio de 10 a 20 días.

El turismo antártico combina aventura y lujo en una oferta de experiencias únicas. Los precios varían entre los 5.000 y los 100.000 dólares por persona, dependiendo de la categoría y las actividades incluidas.

Entre las propuestas más destacadas se encuentran el bautismo de hielo (Polar Plunge), una actividad que desafía a los turistas a sumergirse en aguas heladas con temperaturas bajo 1°C; el glamping, que ofrece alojamientos exclusivos en domos sobre la nieve con vistas privilegiadas; y el avistamiento de fauna, con la posibilidad de observar pingüinos, aves marinas, focas y ballenas en su hábitat natural. Los amantes de la aventura pueden disfrutar de deportes como kayak, esquí, trekking, buceo y paseos en zodiacs, helicópteros o incluso sumergibles.

Sin embargo, la popularidad de este destino plantea desafíos importantes. Las visitas durante el verano coinciden con la época de reproducción de varias especies, lo que podría alterar sus hábitats. Además, el uso intensivo de embarcaciones conlleva riesgos de contaminación marina, incluyendo derrames de hidrocarburos.

Frente a estas preocupaciones, organismos internacionales como el Sistema del Tratado Antártico y la Asociación Internacional de Operadores Turísticos Antárticos (IAATO) han implementado estrictas regulaciones para proteger el medio ambiente. Estas directrices buscan reducir la huella de carbono y garantizar la conservación de los valores científicos y estéticos de la región.

La Antártida, con sus paisajes imponentes y una oferta turística que equilibra lo extremo con el lujo, se ha consolidado como un destino aspiracional que invita a vivir una experiencia inolvidable. No obstante, este crecimiento plantea la necesidad de un turismo responsable que priorice la preservación de uno de los ecosistemas más frágiles y únicos del planeta.

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