El ritmo inflacionario del país obliga a cambiar la lógica de las negociaciones (en el sector público, tanto como en el privado) a las que estábamos acostumbrados. Lejos, en el pasado, quedaron aquellas paritarias anuales que fijaban pautas para todo el calendario y también son un recuerdo los aumentos semestrales o trimestrales. Hoy, el año entero es de discusiones salariales.
Por eso no sorprende que los sindicatos modifiquen su agenda constantemente y que quienes plácidamente gozaban de subas que contentaban a las bases, hoy se muestren combativos y en las calles.
Pero diversas manifestaciones ocurridas en los últimos días dan cuenta del controvertido presente de muchos sindicatos, en parte por la falta de acompañamiento de los trabajadores a su «agenda de lucha» y en otros casos directamente por irregularidades que hasta cuestionan la conformación misma de las entidades gremiales.
La Unión Obrera Metalúrgica (UOM) Seccional Río Grande es apenas un ejemplo, con operarios que ya no esconden su descontento con los modos de Oscar Martínez y hasta se animan a pedir abiertamente su renuncia, situación impensada años atrás cuando «El Zurdo» era el mandamás del Parque Industrial. Misma suerte corre su par ushuaiense, Héctor Tapia, contra quien se juntan firmas para pedir su dimisión.
El Sindicato Unificado de los Trabajadores de la Educación Fueguina (SUTEF) aportó una foto triste, que se repitió lunes y martes: apenas un minúsculo grupo de docentes (¿docentes?) acompañó las movilizaciones en San Martín y Belgrano convocadas por Catena, más allá del alto nivel de acatamiento que tuvo el paro en las escuelas.
La Asociación de Obreros y Empleados Municipales (ASOEM), por otro lado, no concluye la redacción de su página más polémica, a pesar de haber dejado atrás los episodios de sangre y violencia generalizada; esta semana, con métodos poco convencionales, fue finalmente destituido Leonel Lucero, quien a su vez había destituido al exsecretario Gustavo Morales y que pasa sus días detenido a raíz de una condena por “daños, amenazas y atentado contra la autoridad”, mientras espera fecha de juicio por otro ataque, esta vez a balazos al hijo de una dirigente.
Párrafo aparte merece sin dudas la flamante «conducción» de la Unión Tranviarios Automotor en Tierra del Fuego y Santa Cruz, que desembarcó en la zona en base a amenazas y que hasta es sindicada como la autora de gravísimos atentados contra colectivos.
Esta nueva línea de la UTA tiene sus caras visibles en la provincia; en Río Grande es José Zampedri, autoridad electa en comicios cuestionados por la oposición que denuncia que para la elección fueron eliminados del padrón aproximadamente la mitad de los afiliados. A tal punto llega la escasez de representatividad que gran parte de los choferes se agrupó en disidencia y designó como «referente» al exsecretario general, Juan Carlos Cuenca.
El propio Zampedri -incluso- esta semana realizó declaraciones radiales advirtiendo sobre el estado de las unidades y reclamos generalizados de los vecinos por inconvenientes en el servicio, situación que, los colectiveros entienden, responde más a los problemas internos del sindicato y a sus inconvenientes con la empresa que a pedidos genuinos de mejora.
Generar conflicto a como dé lugar y confrontar con la empresa, es el mandato que Zampedri trae en su desembarco desde Santa Cruz y parece haber iniciado tal cometido sin disimulo alguno.
Situación también complicada (auque por causas menos reprochables) atraviesan los textiles, cuyos principales referentes han buscado otros destinos y hoy se ven desprovistos de conducción, en tiempos en que el desprecio del gobierno nacional ha puesto al sector en estado de emergencia y con riesgo de pérdida de los puestos laborales.
Irregularidades, acusaciones cruzadas, «golpes de palacio», retrocesos -en suma- que han marcado la impronta de los últimos días en el sector sindical y que evidencian una masiva pérdida de liderazgo, al que pocos gremios escapan.
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