Las elecciones, más allá de los resultados y sus consecuencias, dejan siempre para la comidilla interminables sucesos que no pasan del anecdotario de hechos curiosos, llamativos o atendibles por su rareza, pero algunos de ellos esconden razones dignas de estudiar y/o investigar.
En Tierra del Fuego surgió uno de ellos, que se repite en varias provincias patagónicas y que esconde irregularidades que la Justicia Electoral debiera investigar, aunque se niega a hacerlo.
Se trata de los que podrían definirse como “votos fantasma”, boletas que aparecieron en las urnas y fueron registrados en el conteo final, aunque nunca estuvieron en las mesas de votación, en el cuarto oscuro.
En esta página, el viernes pasado, se denunció que había al menos seis espacios políticos inscriptos para las PASO que no habían enviado ni una sola boleta a la provincia, irregularidad que se repitió en otras como Santa Cruz o Chubut. La información se obtuvo de fuentes oficiales, es decir de las respectivas secretarías electorales de las provincias consultadas.
Lo insólito es que algunos de estos partidos (o líneas internas) obtuvieron votos que constan en las actas y en el escrutinio provisorio publicado por la Cámara Nacional Electoral.
La cifras, por demás exiguas, van desde 1 voto obtenido, de los 100 mil escrutados en la provincia, hasta los 12 cosechados por Biondini, el candidato del “Frente Patriótico Liberal”.
¿De dónde salieron esos “votos fantasma”? Se puede deducir que el votante lo trajo de otra provincia, que la boleta le fue provista por los propios militantes del espacio y viajó con ella para ponerla en la urna, sabiendo que a nivel local no se le sería posible hallar una.
¿Algún simpatizante de Biondini cargó con una docena de papeletas y las repartió entre sus allegados, para cumplir con su compromiso militante?
Como sea, el voto en sí es perfectamente válido por tratarse de una boleta aprobada por la Justicia Electoral e igual a las 50 mil que el mismo Biondini obtuvo en todo el país.
Lo anormal, lo que debería investigarse porque atenta contra el derecho al voto y porque podría esconder una maniobra de estafa al fisco es lo citado al inicio de esta nota: ¿por qué no se envían las boletas de varios candidatos (todos de partidos “chicos”) a tantos miles de mesas del interior del país?
Según lo publicado por algunos medios de investigación de la Capital Federal, se cree que esos espacios se anotan en la elección para recibir fondos (que son millonarios) para la campaña y la confección de boletas, pero imprimen un pequeño lote, distribuyen en los principales distritos esa cantidad exigua y se quedan con la diferencia.
En definitiva, no les importa el caudal de votos a cosechar, sino el negocio en que se habría convertido para algunos “avivados” la percepción de fondos para la campaña, que pagamos entre todos los contribuyentes.
La posible estafa, que algún fiscal debería investigar y además la negación del derecho a voto, dos temas que no son tan menores como la cantidad de votos que esos tránsfugas de la política terminan obteniendo. Dos temas de los que todos prefieren no hablar.
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