La elección de este domingo ratificó certezas y despejó dudas, pero también hubo lugar para las sorpresas, como las que aportaron los Republicanos y Somos Fueguinos, que entre los dos se quedaron con un tercio de las bancas que la Legislatura ponía en juego.
Y así como hay ganadores, entre los que se destacan el Movimiento Popular Fueguino (único espacio que retuvo sus escaños) también los hay perdedores, y tres de estos son, curiosamente, quienes supieron ostentar el máximo lugar de poder en la provincia.
3 de 3, afuera
Mario Jorge Colazo puede decir que los conoce a todos. Fue radical, federalista, del Popular y del Frente para la Victoria, hasta encontrar su propio espacio: el «colacista» Partido Verde, fundado a nivel provincial en 2015 y que hoy lo contiene.
Pero también puede alardear de conocer de primera mano incontables estamentos, ya que pasó por el Concejo Deliberante, la Intendencia de Río Grande, el Senado de la Nación, el parlamento fueguino y hasta la Gobernación de la Provincia.
Esto lo transformó en uno de los exmandatarios provinciales que no logró ingresar (o en este caso, ser reelecto), ya que el Partido Verde no mantuvo sus tres bancas y desde diciembre serán su hija, María Laura, y Matías Lapadula los representantes de este espacio en la Legislatura. En el caso de María Laura, orgullosa heredera de la pasión política de su padron, cuando él comience a llamarse a cuarteles de invierno.
Con todo, lo de Colazo no es tan grave (en materia de desilusión) como de quienes lo sucedieron en el paso por la gobiernación.. Las primeras dos gobernadoras en la historia de Tierra del Fuego corrieron la misma suerte, pero con un desempeño previsiblemente inferior.
Fabiana Ríos fue la que tuvo la cosecha más baja de votos: quedó décima en la tabla, juntó poco más de 2500 apoyos y protagonizó un nuevo papelón, tras haber intentado ser Intendenta de Ushuaia y quedar en último lugar en la elección municipal de 2015.
Le fue un poco mejor a Rosana Bertone, aunque el resultado igualmente sepulta parte de las expectativas que la peronista tenía para el futuro: quedó octava, con 3900 votos y lejos de alcanzar el magro 5% que pide la Ley Electoral.
Una metáfora del poder, concentrado siempre en Tierra del Fuego, aunque no por ello menos dinámico y sobre todo, difícil de contener. Tres de los que supieron observar (y guiar) los destinos de la política desde un sillón en la Casa de Gobierno, a partir de diciembre lo mirarán por las redes. O desde algún lugar de privilegio, que para eso es el poder.
En definitiva, la derrota suma experiencia y significa también un baño (a veces helado) de humildad para quienes, transitoriamente, se encuentran en lo más alto en la escalera del poder político.
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