Alemania quedó con mucho pesar por la finalización de la “Gran Guerra” (1914 – 1918): El Tratado de Versalles sólo trajo más oscuridad. Desde territorios perdidos, tales como Alsacia y Lorena, hasta no poder aumentar el número de ejército –no podía superar los 100 mil soldados-.
El hambre y la pobreza tampoco se hicieron esperar, ya que a raíz de la Gran Depresión que sufrió Estados Unidos, pidió –y con intereses- el préstamo que les había dado a los participantes de la Primera Guerra Mundial para poder recuperar su economía una vez finalizado el conflicto bélico en 1918.
Este último fue el golpe definitivo para enterrar a la “pobre” Alemania. Tras muchos años oscuros, comienza a surgir la figura de Adolf Hitler, un pintor al que se le fue denegada su entrada la Academia de Bellas Artes de Viena por “no poseer los talentos deseados”, y quien además participó en la Gran Guerra.
La rendición de Alemania en la Primera Guerra Mundial marcó profundamente a Hitler, ya que lo consideró un acto cobarde. Se lo tomó tan personalmente, que debido a esto, asumió como misión de vida “vengar” a su país.
Hitler asiste a reuniones secretas del Partido Alemán de Trabajadores, en donde hacían foco sobre el Tratado de Versalles y lo disgustados que estaban con este. Ante esto, Hitler comienza a empatizar con los integrantes de este grupo político, ya que compartían las mismas ideas nacionalistas que él.
Tras ganar popularidad en dicho grupo con su gran oratoria sobre nacionalismo y antisemitismo, es promovido a Jefe de Propaganda. Como consecuencia, cambian su nombre a “Partido Nacional Socialista”, en donde realizan un gran cambio de imagen, incluyendo la esvástica.
El ascenso de Hitler continuó hasta llegar al Partido Nazi y este lo catapulta como Canciller en 1933 –gracias a la manipulación de votos por parte de industriales y militares para que lo apoyen-. Ciegamente, los altos políticos le sirvieron en bandeja de plata el control total de Alemania.
Una vez asumido el poder, comenzó a preparar rápidamente al ejército, rompiendo así el Tratado de Versalles. Pese público conocimiento de esto, la Sociedad de las Naciones no le puso un alto a Hitler. Tampoco lo pararon cuando comenzó invadir otros países europeos.
Tras aliarse con Italia y finalmente con Japón, quedó conformado “El Eje”. La detonación de la Segunda Guerra Mundial estalla cuando Alemania, ya anexada con Austria y Checoslovaquia, invade a Polonia.
Grandes victorias podía cantar “El Eje”, especialmente Alemania, quien no paraba de dominar territorios. En abril de 1940 avanzó sobre Dinamarca y Noruega, para continuar con su siguiente objetivo: Países Bajos, Luxemburgo, y Bélgica. Finalmente, en junio de dicho año cayó Francia ante esta poderosa Alemania.
Ante su enfrentamiento con la U.R.S.S, en la batalla de Stalingrado en 1943, todo comenzó a caer.
El desembarco de Normandía, fue el golpe final para el Tercer Reich. Estados Unidos comenzaba a avanzar hacia Berlín, mientras que, la Unión Soviética ya había tomado Polonia, y se dirigía a la capital alemana.
Con el panorama negro, Hitler toma la decisión de recluirse en su búnker junto a su amante, Eva Braun, con quien pasaría sus últimos días. Es en ese lugar donde planeó su suicidio. Su médico de confianza le recomendó ingerir cianuro antes de dispararse.
Finalmente, el Tercer Reich se casó con Eva Braun y luego, todo se apagó para ambos un 30 de abril de 1945.
Yolanda Alvarado Alvarado.
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