Es un misterio si por desidia, si por descuido, por desinterés o conscientemente, el históricamente genuflexo diario La Nación, de la ciudad de Buenos Aires, publicó en su edición de este miércoles un completo informe del mega emporio comunicacional BBC, que versa sobre países y territorios de América en los que, a partir de ahora, reina Carlos III.
La gravedad de la publicación, no desmentida ni aclarada por la jefatura editorial, consiste en el lenguaje naturalizador del status quo de potencia usurpadora con dominio colonial sobre territorios ajenos, que lógicamente esgrimen los británicos, pero que a nadie en Buenos Aires se le ocurrió cuestionar, modificar o, aunque más no sea, denotar.
En el texto dan por hecho que el nuevo rey ahora reina sobre territorios a lo ancho y largo del mundo, con la misma naturalidad con la que, muerta su madre, se colocó la corona.
Peor aún, al mencionar lo que llaman “territorios de ultramar” donde reinaba Isabel y ahora lo hace Carlos, el diario cuya pertenencia adjudican a Mauricio Macri avala el topónimo británico para nuestras Islas Malvinas, «Falklands”.
“En el hemisferio occidental, esta lista incluye a las Islas Malvinas/Falklands así como Anguila, Bermudas, islas Vírgenes británicas, isla Caimán, Montserrat y las Islas Turcas y Caicos” se lee con total desparpajo en el conservador medio porteño.
Encima, acompañan la cita con una infografía en donde también, con letra de molde, se señala a nuestras Malvinas como “Falklands/Islas Malvinas”.
No por esperable es menos indignante. La línea editorial de La Nación ha sido, siempre, desde que Bartolomé Mitre lo fundara, amigable con las potencias occidentales. Tanto como indulgente con dictaduras militares y gobiernos conservadores o liberales, propensos a ocultar bajo la alfombra la causa Malvinas.
Desde distintos medianos y pequeños medios sobre todo del interior del país, diarios, portales, radios, suele ponerse el grito en el cielo cuando en otros países utilizan el topónimo británico para nuestras Malvinas. En periódicos del sur de Chile es bastante habitual y naturalizado. En otros países, más lejanos, es más posible el error o la falta de información.
Pero que ese mismo ofensivo lenguaje lo utilice uno de los principales y más influyentes medios de comunicación de nuestra propia Argentina, que además se llama “La Nación”, supera todos los límites imaginables. Y no hace más que acentuar la decepción que embarga a todo argentino de bien que tiene que soportar estas lecturas.
Es posible que, en las próximas horas, o tal vez días, los responsables editoriales de La Nación esgriman algún tipo de explicación o justificación. Aunque a esta altura nada va a remediar semejante desacierto. Que al final de cuentas sirve para consolidar aún más la certeza del pensamiento de un sector de nuestra sociedad para el cual Malvinas implica una verdadera molestia, un real obstáculo a sortear para que no entorpezca sus intereses.
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