Apareció en escena sin ninguna modestia, creció de golpe, se convirtió prontamente en el paseo de compras predilecto de los riograndenses, fue uno de los comercios más completos del pueblo-ciudad y tuvo un final inesperado, estallado de rumores; tanto, que su historia se convirtió casi en leyenda urbana.
Cuentan los conocedores del tema que su fundador, Jorge Cernadas, tenía una extraordinaria capacidad para manejar el negocio, personalidad avasallante y buen trato con sus casi 40 empleados, los mismos que no pudieron creer que -de pronto- había desaparecido por su propia decisión, dejando el negocio librado a su suerte.
Fue el amor –cuentan- el que lo impulsó a abandonar el imperio que había construido a su alrededor para irse tan sólo con su portentosa camioneta Nissan Pathfinder y una importante cantidad de efectivo que logró reunir en varios días de no pagarles a los proveedores.
El quiosco “Fénix” (y no “El Fénix”, como evocan muchos) abrió a principios de los 90’s en la histórica esquina de Libertad y Perito Moreno. Bajo la denominación legal de “Los Canelos S.R.L.” y una política comercial decidida y marcadamente agresiva. Tanto que (por ejemplo) lo llevó a pelearse con los editores de los diarios hasta desalojar del lugar privilegiado de la publicidad de portada a clientes tan empinados como “Expreso Fueguino” o “Viaval”.
En poco tiempo el comercio, con la modalidad “24 horas abierto”, pasó de ser un modesto quiosco a un multirrubro con todo lo que se podía imaginar, desde cigarrillos importados de todas las marcas hasta un vivero con especies bonsái o comidas hechas. También un locutorio (vital para la época), librería o estampados “laser”, un adelanto tecnológico por entonces digno del primer mundo.
Impuso la entrega a domicilio (a la módica tarifa de $1,50) mucho antes de que se conociera el “delivery” y hasta una línea gratuita “0800”, casi una excentricidad para un comercio chico del fin del mundo.
Fueron poco menos de 10 años de bonanza y dominio del mercado hasta aquella insólita mañana de verano del ’98 cuando los empleados –uno a uno- fueron llegando y enterándose de que se habían quedado huérfanos de patrón.
Sin efectivo, con muchas deudas y nuevos dueños a la fuerza, pero desbordado de mercadería, el negocio y los trabajadores que se animaron resistieron un año más, hasta que las alas del Fénix se plegaron para no renacer nunca más, contrariando la leyenda de su nombre.
De a poco, resignados a no cobrar sus últimos sueldos, los cuarenta trabajadores fueron buscando nuevos destinos. Sólo dos se animaron a la quimera de un juicio: María (la más antigua) falleció años después sin siquiera una promesa de pago. Guillermo Vega, en cambio, a 20 años vista, sigue negándose a sentirse derrotado por la suerte que parece echada. “Gané el juicio –le cuenta a radiofueguina.com- sólo faltaba ejecutar la orden judicial, pero algo pasó con mi abogada y eso nunca ocurrió”.
¿Existe de algún modo “Los Canelos S.R.L.”? ¿Hay alguien dispuesto a honrar las deudas que dejó el patrón que se fue detrás de un amor y vive en otro destino patagónico?
Guillermo se ilusiona con que algún día alguien va a llamar a su puerta para decirle que tenía razón de no perder las esperanzas. Aunque nada ni nadie le ayuda a sostener esa ilusión y los años siguen pasando.
En todo ese tiempo los restos mortales del Fénix se fueron degradando hasta casi hacernos olvidar de que allí residió uno de los comercios más pujantes y ambiciosos de Río Grande. Pasaron 23 años, lo habitaron (además de los fantasmas) una multitud de indigentes (humanos y caninos), propuestas de reciclado de toda índole, proyectos ilusorios, oportunistas promesas de campaña, intentos naufragados de negociados, una expropiación no del todo prolija… y el abandono. El total abandono que hoy hace dudar si demoler lo poco que queda de su estructura no es la única solución antes de empezar otra vez de cero.
Como sea, la decisión política (y hay que suponer que también los fondos vitales) llegó un día de agosto de 2022 y se convirtió en anuncio. En algún tiempo más, el “Fénix” resurgirá de las cenizas, pero como Mercado de Productos Locales (gestado y conducido por el Municipio), donde los productores hortícolas locales y los consumidores se encontrarán para beneplácito de los dos extremos.
A la decisión política, que hoy todos celebramos, habrá que adosarle una enorme capacidad de gestión y organización para asegurar el flujo adecuado del producto desde la chacra a la mesa, para que prime el interés colectivo y que el funcionamiento del ambicioso emprendimiento sea la solución que los vecinos esperan y tanto necesitan.
Para que los fantasmas que habitan el “Fénix” no sean los de una nueva desilusión, de esas que la política nos entrega a cada paso.
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