Dicen que en la India existe una forma muy inteligente de cazar monos. Según cuentan, los cazadores recortan en un coco un agujero lo suficientemente grande para que el mono pueda meter en él su mano. Después perforan dos agujeros más pequeños en el otro extremo del Coco y pasan por ellos un alambre. En ese alambre atan una banana, el mono desciende del árbol, introduce su mano en el agujero y agarra la banana que los cazadores han introducido en el coco. El agujero ha sido recortado de forma tal que la mano abierta del mono puede pasar por él, pero no su puño cerrado.
Todo lo que tiene que hacer el mono para liberarse es soltar la banana, aunque parece que a la mayoría de los monos no les gusta hacer eso con frecuencia y, a pesar de toda nuestra inteligencia, parece que nuestra a mente le pasa lo mismo: le cuesta soltar la banana, le cuesta ceder; razón por la cual cultivar la actitud de cede, una falta de apego, es fundamental para poder bajar nuestro nivel de estrés.
Cuando comenzamos a prestar atención a nuestra creencia interior, a qué nos pasa adentro, descubrimos inmediatamente que existen determinadas ideas y sensaciones a las que da la impresión que la mente quiere adherirse; si esas ideas son agradables intentamos prolongarlas en el tiempo, las estiramos y las convocamos una y otra vez. D igual modo existen muchas ideas o sensaciones que tratamos de evitar o de las que intentamos liberarnos porque, en definitiva son desagradables o nos generan miedo.
Cuando practicamos la atención plena e intentamos bajar nuestra ansiedad, dejamos de lado la tendencia a elevar determinados aspectos de nuestra mente, de nuestra experiencia y de rechazarlos una y otra vez. Cuando observamos cómo nuestra mente se aleja del bienestar, nos tenemos que acordar de quitarnos esos impulsos que tenemos muchas veces de apegarnos y tenemos que intentar el arte de ceder.
Ceder es una forma de dejar que las cosas sean como realmente son, que las cosas sucedan y sean sinceramente como son, así como están. Es difícil, claro, sin duda alguna, porque nuestra mente está acostumbrada a ir por los mismos circuitos una y otra vez, y si alguno nos parece placentero nos tomamos de tal manera que no lo podemos soltar, así como el mono con la banana.
El soltarse no constituye una experiencia de otro mundo, lo hacemos sin ir más lejos todas las noches al irnos a dormir, nos echamos en una superficie acolchada, sin luces, en un lugar tranquilo y dejamos que nuestra mente y nuestro cuerpo se dejen ir; si no lo hacemos no podremos dormir.
La mayoría de nosotros hemos experimentado a veces que la mente no se calla cuando nos vamos a la cama, o sea, no logramos ceder. Esta es una de las primeras señales del estrés. En tales casos podemos sentirnos incapaces de liberarnos de ciertas ideas porque nuestra implicación en esas ideas es demasiado poderosa, si intentamos forzarnos a dormir es peor todavía, por lo tanto si logramos en algún momento dormir quiere decir que ya somos expertos en ceder.
Lo que ahora nos queda es practicar, aplicando también esta habilidad a situaciones en las que estemos despiertos, poder ceder en las situaciones en las que estamos conscientes y lograr así que nuestra mente esté más tranquila.
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