Decíamos hace unos días que hay situaciones que están estudiadas y que se ha podido definir que son situaciones estresantes. Por ejemplo, atravesar una guerra, vivir una catástrofe natural o haber experimentado un accidente en dónde alguien murió. Esas situaciones son, sin lugar a dudas, estresantes; porque generan una respuesta enorme de ansiedad, de angustia y de dolor en el ser humano. Sin embargo, nunca caemos en el estrés solamente por haber vivido un acontecimiento estresante, sino por cómo percibimos nuestros problemas.
El científico Lazarus define al estrés como una transacción entre una persona y su medio ambiente. Es la manera de ver, de estimar y de valorar nuestros problemas lo que va a determinar la respuesta que nosotros vamos a dar y cuanta angustia vamos a experimentar.
Todos nosotros tenemos recursos que disponemos de ellos para enfrentar nuestras dificultades, tenemos amigos, una fe, creencias, tenemos nuestro carácter, nuestra autoestima, tenemos las cosas que pensamos, las ideas, los razonamientos; eso nos puede llevar a enfrentar las situaciones con entereza, con fe, con esperanza o con desesperación, angustia y estrés.
Va a depender de nosotros y de nuestra manera de ver la vida cómo va a resultar el final de esa situación que estamos atravesando. Es por eso que hoy queremos hablar de las formas que tenemos de enfrentar el estrés, esas formas pueden ser sanas o autodestructivas.
Muchas veces enfrentamos el estrés de manera inadecuada, negando lo que nos está pasando, no asumiendo la carga que nos toca llevar; esa forma sin lugar a dudas es una forma autodestructiva en la que nosotros, en lugar de haber madurado y haber aceptado las circunstancias que nos tocan vivir, las negamos, no las admitimos, las tapamos, las escondemos.
Otra manera autodestructiva de enfrentar lo que nos toca vivir es recurrir a las adicciones. Muchas veces la adicción al trabajo, ese impulso que tenemos de huir de aquellos problemas que nos generan alguna incomodidad, nos vamos tapamos por un rato lo que nos está molestando; pero de esa manera lo único que logramos es agrandar nuestra dificultad.
A veces nos llenamos de ocupaciones o de algún consumo en otro sentido; quizás la comida o el alcohol, o algún medicamento que nos hace olvidar por un rato de nuestra dificultad; pero sin lugar a duda lo que logramos es acrecentar aquello que nos está molestando.
Estas maneras son sin dudas autodestructivas, son formas en las que no podemos enfrentar los problemas de manera saludable. Hay una manera sana de poder enfrentar aquello que nos molesta. Por ejemplo, frenar a tiempo, detenernos en aquellos momentos en los que nos damos cuenta que no podemos seguir adelante, descansar, saber cuándo y cómo frenar, pedir un tiempo, pedir permiso; esas maneras hacen que nosotros podamos avanzar y no entrar en el estrés.
Otra forma sana de enfrentar el estrés, es teniendo algún hobby, teniendo alguna afición. Cuando nosotros nos vemos presionados por las circunstancias, por los problemas o las dificultades, poder refugiarnos en algo lindo, en algo placentero; va hacer que logremos bajar muchísimo la tensión.
Otra de las maneras es escuchar los consejos que los amigos, los profesionales y aquellas personas que nos valoran nos dan, poder prestar oídos y ser sabios de escuchar y de frenar a tiempo.
La última manera de enfrentar el estrés saludablemente, es recordar todas las veces que hemos salido adelante de la misma dificultad que nos toca atravesar hoy. Ese recuerdo hace que podamos tener fuerza, que tengamos esperanza, que sepamos que lo que hoy nos toca atravesar en algún otro momento, seguramente, ya lo superamos, y a veces el olvido hace que no podamos capitalizar esa experiencia, pero qué valioso que es recordar todas las veces que hemos superado problemas y que, si ahora nos toca superar uno nuevo, vamos a tener la fuerza y la entereza para hacerlo.
Está en nosotros elegir las formas adecuadas o inadecuadas de enfrentar aquellas cosas que nos son desagradables.
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