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Aimé, Gato y Mancha

De Buenos Aires a Nueva York: La hazaña de un hombre y dos caballos

En su honor se celebra cada 20 de septiembre el “Día del caballo”. La historia de un increíble viaje de 3 años, que se conoció en todo el mundo.

En 1928, Aimé Tschiffely completa junto a sus caballos Gato y Mancha el tramo Buenos Aires-Nueva York en poco más de tres años; siendo el primero en hacerlo.

Aimé Félix Tschiffely, a veces abreviado A. F. Tschiffely, nace en Berna, Suiza, el 7 de mayo de 1895 y muere en Londres, Reino Unido, el 5 de enero de 1954, fue un profesor, escritor y aventurero suizo naturalizado argentino. Es famoso por haber realizado el tramo Buenos Aires-Nueva York a caballo, viaje que completó en poco más de tres años y tras el cual adquirió gran popularidad en Argentina y en Estados Unidos, habiendo aparecido en la portada de la revista National Geographic y sostenido una reunión con Calvin Coolidge, entonces presidente de Estados Unidos, mientras que en Argentina era aclamado como héroe nacional.

Mientras residía en Argentina, le era habitual realizar cabalgatas a las Pampas, que le permitieron conocer a los gauchos y sus costumbres. En 1925, a la edad de treinta años, decidió emprender un viaje a caballo desde Buenos Aires hasta Nueva York. Dadas las dificultades que a simple vista presentaría un viaje como éste, varios sectores de la prensa se burlaron de su empresa con titulares como: ¡Imposible!, ¡Absurdo! o ¡El hombre debe estar loco!.

Tras realizar exitosamente su cometido, escribió el libro Paseo de Tschiffely en:The Ride (1933) en el que cuenta todo lo que aconteció desde su partida hasta su llegada en 1928 junto a los dos caballos criollos que lo acompañaron, llamados «Gato y Mancha», descendientes directos de los caballos traídos a la Argentina en 1535 por Pedro de Mendoza.

Después de la publicación de Paseo de Tschiffely, su autor dejó de ser conocido sólo en Argentina y Estados Unidos para saltar a la fama mundial y se trasladó con su esposa, la cantante de ópera Violeta Hume, a Londres, donde continuó con su carrera literaria. Uno de los libros que escribió por ese entonces era una biografía de Robert Bontine Cunninghame Graham, amigo suyo que había muerto en 1936.

En 1937, regresó a Argentina y realizó un viaje en un automóvil que le fue proporcionado por Ford hasta Tierra del Fuego, registrando sus experiencias entre los nativos y su reencuentro con Gato y Mancha en This Way Southward (1940).

En 1949, publicó The Tale of Two Horses, un relato de The Ride contado por Gato y Mancha dirigido al público infantil.  En un principio, Gato y Mancha pertenecían al cacique Liempichum y luego fueron adquiridos y proporcionados a Tschiffely por el veterinario Emilio Solanet.

Los caballos criollos eran legendarios por su fuerza, su inteligencia y su resistencia. Años después de su muerte, el Museo de Luján le dedicó una sección en la Sala Grandes Travesías.

Mancha y Gato volvieron a sus añoradas pampas, años después de culminada la travesía y de regreso en Argentina, Aimé se llega un día a la Estancia «El Cardal». Viene a visitar a sus amigos, a quienes hace mucho que no ve, y con quienes compartió tantos momentos de alegría y sinsabores.

Se baja en la entrada de la estancia, lanza un silbido y al momento se le acercan al trote Gato y Mancha.  Iban al encuentro de su preciado compañero. Aquellos heroicos caballitos criollos no lo habían olvidado.

Mancha y Gato murieron en 1947 y 1944, respectivamente. Fueron cuidados hasta su muerte por el paisano Juan Dindart, en la Estancia El Cardal. Hoy se encuentran embalsamados, en exposición en el Museo de Luján,

Aime Tschiffely, en tanto, siguió viajando, por la Patagonia, por España y por Inglaterra, pero siempre volvió a la Argentina. Falleció en 1954, su último viaje lo realizó 44 años más tarde, cuando sus cenizas abandonaron el cementerio de Recoleta y fueron sepultadas en el campo que su amigo Solanet tenía en Ayacucho.

Y por ello el Honorable Senado de la Nación Argentina y la Cámara de Diputados, designa el día 20 de septiembre de cada año como el «Día Nacional del Caballo».

Relato del gran viaje

El 24 de abril de 1925 se inició en Buenos Aires una de las travesías más famosas del siglo. Dos caballos criollos, Mancha y Gato, guiados por el profesor suizo Aimé Tschiffel recorrieron los 21500 Km (4300 leguas) que separan a la ciudad de Buenos Aires de Nueva York y conquistaron el récord mundial de distancia y altura, al alcanzar 5900 m. s. n. m. en el paso El Cóndor, entre Potosí y Chaliapata (Bolivia).

El viaje se desarrolló en 504 etapas con un promedio de 46,2 Km por día. Aimé Tschiffel estaba convencido de la fortaleza de los rústicos y nada estilizados caballos criollos, y quería demostrarlo.

Logró ponerse en contacto con Emilio Solanet, criador y propulsor del reconocimiento de la raza. El fue el primero que creyó posible el proyecto de Tschiffely, para lo que le regaló dos caballos: Mancha y Gato, tenían 15 y 16 años, respectivamente, y un carácter poco amigable. Habían crecido en la Patagonia, junto a la tribu Liempichun, donde se habían acostumbrado a las condiciones más hostiles. Emilio Solanet se los había comprado al cacique tehuelche Liempichín en el Chubut.

Domarlos puso a prueba las facultades de varios de los mejores domadores.  Refiere Aime que “desde los primeros días advertí una real diferencia entre sus personalidades. Mancha era un excelente perro guardián: estaba siempre alerta, desconfiaba de los extraños y no permitía que hombre alguno, aparte de mí mismo, lo montase… Si los extraños se le acercaban, hacía una buena advertencia levantando la pata, echando hacia atrás las orejas y demostrando que estaba listo para morder”.

Gato era un caballo de carácter muy distinto. Fue domado con mayor rapidez que su compañero. “Cuando descubrió que los corcovos y todo su repertorio de aviesos recursos para arrojarme al suelo fracasaban, se resignó a su destino y tomó las cosas filosóficamente”.

Mancha dominaba completamente a Gato, que nunca tomaba represalias, relata Tschiffely.

Algunas semanas fueron necesarias para que jinete y montados se prepararan para semejante travesía, y se fijó el 23 de abril de 1925 como fecha de partida. Por entonces no había caminos en varios tramos del recorrido, y cuando existían, no se caracterizaban por su buen estado. Tschiffely tuvo que resignarse a no llevar carpa, ya que las que se podían conseguir por aquellos tiempos eran muy pesadas.

“Mis dos caballos me querían tanto que nunca debí atarlos, y hasta cuando dormía en alguna choza solitaria, sencillamente los dejaba sueltos, seguro de que nunca se alejarían más de algunos metros y de que me aguardarían en la puerta a la mañana siguiente, cuando me saludaban con un cordial relincho”.

Durante el viaje cruzaron varias veces la Cordillera de los Andes, y fue en esos cruces donde mayores dificultades encontraron. El escabroso terreno se eleva a más de 5500 m y la temperatura llega a 18° bajo cero.

El diario La Nación, junto a otros medios, siguió desde sus páginas al valiente aventurero y sus caballos. Algunas de las líneas decían así «En Huarmey el guía no pudo más, ni sus bestias. Los dos criollos Mancha y Gato se revolcaron, tomaron agua y después se volcaron al pasto con apetitos de leones”.  “De Huarmey a Casma, 30 leguas, calores colosales ¡52 grados a la sombra! sin agua, ni forraje, arena, arena, arena. Los cascos se hundían permanentemente de 6 a 15 pulgadas en la arena candente».

Y en la editorial del 23 de septiembre de 1928 quedó patentado el logro: después de más de tres años y cinco meses, Aimé montado en Mancha, su fiel compañero (Gato tuvo que quedarse en la Ciudad de México al ser lastimado por la coz de una mula), logró la hazaña: al llegar a la Quinta Avenida de Nueva York llevaba en los cascos de su caballo criollo el polvo de veinte naciones atravesadas de punta a punta, en un trayecto más largo y rudo que el de ningún conquistador, y sobre su pecho, en moño blanco y celeste, bien ganados como una condecoración, los colores argentinos.

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