Hoy vamos a hablar de la autoconciencia. La inteligencia emocional es una parte de nuestra capacidad cognitiva que, básicamente, facilita el comportamiento interpersonal. Podríamos decir en pocas palabras que la inteligencia emocional es reconocer, entender y manejar nuestras propias emociones y reconocer e influir en las emociones de los demás.
La autoconciencia es una parte de la inteligencia emocional. La autoconciencia en términos restringidos es la habilidad de reconocer un sentimiento o una emoción en el momento en que está ocurriendo, es advertir, es ser consciente de los pensamientos, los juicios, los deseos o las valoraciones que se están sucediendo en nuestra mente en particular, si los hay, vinculados a los sentimientos que nosotros estamos experimentando, reconocer una o más emociones derivadas de los pensamientos que estamos teniendo.
Además de un término de nuestra personalidad, la autoconciencia incluye reconocer en nosotros, por la observación y la reflexión, nuestras fortalezas y debilidades, nuestras fortalezas y desafíos, como se dice ahora. Este reconocimiento ya es una señal de fortaleza.
En la película “La fuerza del cariño”, un personaje le dice a otro que su mayor fortaleza es conocer perfectamente cuáles son sus debilidades, y es una frase excelente para describir ese hecho psicológico: el conocimiento de uno mismo es una fortaleza. Sin embargo, la autoconciencia no es una función tan simple y directa como pareciera a primera vista, y menos respecto a nuestras emociones.
Si yo digo, por ejemplo, que estoy enojado, quizás puede ser que lo esté, o puede ser también que esté equivocado, o que esa información sea muy incompleta. En realidad, puede pasar que tenga miedo o que esté celoso, que tengan angustia o que sienta las dos cosas.
¿Cómo hacemos para tener una conciencia exacta de lo que nos está sucediendo?. A esta pregunta responde el principio de la autoconciencia y el primer paso de la inteligencia emocional es, justamente, conocernos a nosotros mismos, porque esta solo se da cuando la información afectiva entra en el sistema perceptivo y tengamos presente que nuestros deseos y actitudes, nuestros rasgos de personalidad y conducta, forman nuestro universo afectivo.
Por ejemplo, para poder controlar nuestra irritabilidad debemos ser conscientes de cuáles son los agentes que desencadenan ese enojo y cuál es el proceso que está surgiendo en nosotros. Solo entonces podremos reconocer, aprender a aplacar se enojó, y utilizarlo de manera apropiada.
En fin, lo que necesitamos hacer es conocernos y para conocernos tenemos que prestarnos atención, tenemos que tenernos contemplación y tenemos que saber que lo que nos pasa es parte de nuestra vida emocional.
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