Publicado en
Gestionando nuestras emociones

El desagrado también tiene su función

La licenciada en Psicología, Jorgelina Esandi, nos trae una reflexión para explicarnos de qué manera resulta útil para nuestra vida el sentimiento de repulsión.

Ya hemos hablado de algunas de las emociones primarias que están presentes en todos los seres humanos. Hemos trabajado el miedo, la tristeza y el enojo. Hoy nos toca hablar de una emoción que está dentro de este grupo de las emociones primarias, pero que poco se habla de ella: el desagrado.

Este emoción es también conocida como repulsión o asco, porque el asco es una emoción y esta emoción está estrictamente ligada al área fisiológica porque, cuando se hace presente, se activan reacciones corporales. 

Cuando se trata de algo que no es agradable, por ejemplo, cuando alguien nos ofrece algo que no es agradable, o lo que estamos viendo nos recuerda una experiencia previa desagradable, algo se activa en nosotros. 

El desagrado también se manifiesta de maneras conductuales, es decir ante alguna situación que no nos ocasiona tranquilidad o satisfacción. Se presenta como una vía de escape, el rechazo, la repulsión que, aún cuando verbalmente se afirme que todo está bien, el cuerpo nos dice lo contrario.

Viendo esta emoción de esta manera más profunda descubrimos que, a pesar de ser considerada como una emoción que nos limita o es negativa, por el contrario, nos protege de la siguiente manera: genera una respuesta de escape cuando es necesario, de evitar ponernos en riesgo la salud y nuestro bienestar, y hace crecer acciones que velan por el cuidado personal.

Entonces, es de considerar al desagrado como una emoción que nos protege también. Por ahí se dice que esta emoción se ha desarrollado o hecho una cualidad que le ha dado un sentido amplio de manera social y cultural al ser humano. Se genera de esta manera por influencia de los demás, como por ejemplo podemos decir que pasa muy a menudo cuando se ve una película que excede en escenas violentas y a quien la ve le resulta desagradable y le empieza a generar esta emoción.

Si no sabemos manejarla con inteligencia puede llegar a ser un riesgo o convertirse en un trastorno. Sin embargo, si nosotros podemos valorar el desagrado, no como algo negativo implícitamente, sino como una emoción que está puesta para nuestro recuerdo, seguramente vamos a estar mucho más atentos a todas las cosas que nos desagradan.

Como decíamos que también se despierta desde lo social y cultural, a veces nos pasa que hay situaciones, personas, momentos o determinadas circunstancias, que nos desagradan y no podemos explicar con claridad qué es lo que nos pasa, sin embargo, algo no nos cierra, algo no está bien, algo como decimos “huele mal”, es por eso que es muy importante y a tener en cuenta que el desagrado tiene que ser atendido.

Cuando hay algo que no te agrada, que te cae mal, que te rechaza, que te genera repulsión, es importante que te detengas a pensar qué está pasando interiormente con esa situación, con esa persona, con ese vínculo, con esa circunstancia que estás viviendo. Seguramente, si le prestas atención al desagrado vas a evitar muchísimas situaciones de riesgo y te vas a sentir mejor.

Lo que hemos aprendido es que el desagrado nos protege, no solamente de comer un alimento en mal estado, sino que nos protege de vínculos tóxicos, de relaciones que no nos hacen bien, y podemos poner límites y después llegar a decir que no. 

Muchas veces, cuando necesitamos frenar alguna situación, es importante entonces que podamos pensar en todas aquellas cosas que nos desagradan y poder entender que por algo sucede esto.

Comentarios