Un cóctel de razones son las que coincidieron para que la línea aérea Norwegian -que opera en la Argentina desde octubre de 2018 y en Tierra del Fuego hace dos meses- analice su continuidad en el país, según aseguran varias fuentes del sector privado y funcionarios. Por un lado, el fondo de inversión que ahora controla la empresa remarca que no hay márgenes para correr riesgos financieros; a eso se le agregan los problemas con los 18 Boeing 737 Max parados por problemas técnicos que no solo demoraron la llegada de unidades a la Argentina, sino que uno del país fue a Europa, y la incertidumbre política respecto de qué hará en materia de política aerocomercial el gobierno de Alberto Fernández.
Los trascendidos sobre la posibilidad de que Norwegian Argentina venda sus operaciones o se retire del país comenzaron porque en la web la compañía solo vende pasajes hasta el 28 de marzo. En la empresa le restan importancia a esa decisión y afirman que es justo la época en que termina la temporada alta en el hemisferio sur y que la política de la compañía es similar en diferentes lugares. Sobre el resto, la respuesta a LA NACION fue «no hay comentarios». En JetSmart, la firma que aparece como potencial interesada en la compra, la expresión a LA NACION fue la misma: «Sin comentarios».
La decisión de desembarcar en la Argentina fue de Bjørn Kjos, ex-CEO global y accionista mayoritario de Norwegian. Entendió que el poco desarrollado mercado local, unido a la política impulsada por el gobierno de Mauricio Macri en el sector, era una «oportunidad» para que la línea aérea ganara escala en América Latina.
El país era, a su criterio, un «nicho» para expandirse a vuelos de largo alcance a partir de contar con un centro de distribución (hub) local. La compañía tiene otorgadas 155 rutas nacionales e internacionales, aunque hoy cubre ocho destinos de cabotaje con tres aviones. La previsión original era, a esta altura, utilizar una decena de aeronaves. La devaluación y la suba de costos (70% del total es en dólares) pusieron más presiones a todas las líneas aéreas que operan en el país.
Norwegian no es estrictamente una low cost, sino que los expertos la caratulan como una «intermedia» que logra bajo costos a partir de la eficiencia. De hecho, en el país utiliza el Aeroparque Jorge Newbery y no El Palomar, una estación que permite reducir costos de manera significativa. Por ejemplo, las tasas por balizamiento, estacionamiento y aterrizaje son 75% más baratas; poder vender alimentos a bordo (sin comprarlos al proveedor de Aeroparque) implica hasta 30% de los ingresos.
En julio último, Kjos dejó de ser el CEO: tomó el control un fondo de inversión y la prioridad a nivel mundial pasó a ser la rentabilidad. En la oportunidad se subrayó que es «crucial cumplir las iniciativas» de reducción de costos y asegurarse «continuamente de tener una cartera de rutas que genere beneficios». Para nuevos mercados, como la Argentina, se estima que una aérea requiere tres años para operar en equilibrio. El punto es que sin poder seguir con la expansión prevista ese objetivo no se cumpliría.
A diferencia de Norwegian, JetSmart -del fondo de inversión estadounidense Indigo Partners- tiene un esquema más consolidado en la región, lo que explicaría su interés por la noruega para usarla como eje de su crecimiento en otros mercados. Consultados por LA NACION, fuentes del Ministerio de Transporte indicaron que no tienen confirmación de ningún movimiento, aunque sí versiones sobre que «se evalúa una alianza» entre esas dos empresas.
El consultor del ministerio Fernando Dozo indicó a LA NACION que sin grandes variaciones el tráfico aéreo seguirá creciendo tanto en cabotaje como en el plano internacional: «Lo que está cayendo es la salida de argentinos, y eso afecta principalmente a Aerolíneas Argentinas, cuyas ventas son casi un 80% en el país». Respecto de Norwegian, afirmó que ellos mismos dijeron que esperarán «las definiciones de la administración entrante para decidir qué hacen en el país».
Fuente: La Nación
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