Ayer tuvieron lugar las elecciones en Cataluña que había impuesto el Gobierno español tras disolver el Parlamento catalán. Los partidos independentistas mantuvieron su mayoría absoluta y el pulso con el gobierno central en la crisis abierta por la fallida proclamación de independencia. No obstante, el partido antiindependentista Ciudadanos logró el mayor número de escaños en los comicios.
Ante estos resultados, quedó de manifiesto que los electores continúan profundamente divididos. Junts per Catalunya, la coalición independentista del presidente destituido Carles Puigdemont, huido a Bélgica, fue la fuerza secesionista con más escaños, 34, que sumados a los 32 de Esquerra Republicana de Catalunya (ERC) y a los 4 de la CUP, superan los 68 de la mayoría absoluta.
Con prácticamente el 100% de los votos escrutados, la fuerza con más escaños y votos fue Ciudadanos, liderada por Inés Arrimadas, con 37 diputados. Como ocurrió en 2015, los independentistas se beneficiaron de un sistema electoral que recompensa el voto en zonas rurales y logran la mayoría absoluta sin conseguir el 50% de los votos de los más de 5 millones de catalanes llamados a las urnas, en una jornada en la que la participación rozó el 80%, un récord. Alrededor de 47,5% de los Catalanes votaron por ellos.
«¡La república catalana le ha ganado a la monarquía del 155!», exclamó desde Bruselas Puigdemont. «El Estado español ha sido derrotado», sentenció. Su euforia, no obstante, le jugó una mala pasada.
Mientras mantenía por Skype desde Bruselas una conversación con sus dirigentes de confianza en Barcelona, el presidente destituido se regodeó del triunfo sin percatarse que había periodistas en la sala que tomaban imágenes del inicio de la comunicación. «Hemos estado viendo los portales internacionales y es que era constante, transversal. Rajoy perdió y nosotros ganamos. Está claro que España tiene un pollo de cojones», manifestó. Esta última expresión podría traducirse aquí como: «Un quilombo del carajo».
Lo que no se puede negar es que la victoria de los independentistas supone un golpe para el presidente del gobierno español Mariano Rajoy, que intervino la autonomía catalana tras la fallida proclamación de independencia del 27 de octubre, y convocó estos comicios en los que su Partido Popular logra sólo 3 diputados, en comparación con los 11 que tenía.
Los resultados dejan en Cataluña un escenario complicado que siembra más dudas que certezas. La primera, si el independentismo volverá a ser capaz de formar gobierno tras un fin de legislatura difícil y con el orgullo herido del vicepresidente catalán depuesto Oriol Junqueras, de ERC.
Junqueras prefirió quedarse en España y afrontar la justicia que le acusa de rebelión y sedición y ahora está en la cárcel, a diferencia de Puigdemont que se fue a Bélgica para evitar su arresto. Su partido era favorito en los sondeos pero quedó como la tercera fuerza.
Tampoco está claro que algunos de los elegidos este jueves, dada su condición de sospechosos en una causa judicial, puedan asumir su escaño. Finalmente, existe la duda también de si el independentismo, sometido al cerco judicial, seguirá con la vía unilateral o volverá a abrirse al diálogo con España.
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