Somalia sufrió este sábado el peor atentado de su historia después de que presuntos terroristas de Al Shabab detonaran camiones bomba contra un hotel y un mercado de la capital, Mogadiscio, matando a al menos 300 personas, según el último balance facilitado a Reuters por el director del servicio de Ambulancias de la ciudad, Abdikadir Abdirahman.
«Hemos confirmado 300 personas muertas por la explosión. El balance todavía tiene que subir porque algunas personas siguen desaparecidas», ha explicado Abdirahman. En el anterior balance, proporcionado por el ministro de Información somalí, Abdirahman O. Osman, se cifraban además unos 300 heridos.
Según los medios locales, la gran mayoría de fallecidos en el ataque eran civiles, principalmente vendedores ambulantes que comerciaban en una de las calles más transitadas de la ciudad.
Los hospitales de la ciudad se desbordaron ante la masiva llegada de heridos para los que no disponían de suficientes medicamentos ni de sangre para realizar transfusiones, por lo que el presidente de Somalia, Mohamed Abdullahi Mohamed, hizo un llamamiento urgente a la población para que donase sangre.
Muchas de las víctimas murieron calcinadas, lo que está dificultando gravemente las tareas de identificación, explicó el doctor Mohamed Abshir, del hospital de Madina.
La primera explosión se produjo junto al hotel Safari, situado en la conocida como intersección K5, una de las zonas más populares de la capital y sede de oficinas gubernamentales, hoteles y restaurantes.
Según testigos, varios hombres armados efectuaron una incursión en el cercano hotel Safari, donde estuvieron varios minutos intercambiando tiros con la fuerzas de seguridad, en un incidente cuyo número de víctimas se desconoce todavía.
El segundo ataque, con idéntico modus operandi, se llevó al cabo al lado de un concurrido mercado situado junto a la antigua sede de la aerolínea nacional Somalia Airlines en el distrito de Wadajir.
El Gobierno, que decretó tres días de luto y se reunió de emergencia para aprobar nuevas medidas de seguridad, desplegó tropas para ayudar a los servicios de emergencia a tratar de encontrar supervivientes.
El atentado es el ataque más sangriento con amplia diferencia perpetrado por la organización en toda su historia, muy por encima de los 70 muertos que dejó su asalto a una base militar de Puntlandia a mediados de este año.
El servicio gratuito de ambulancias Aamin escribía estre domingo en su cuenta de Twitter: «En nuestros 10 años de experiencia (…) jamás habíamos visto nada como esto».
La misión de asistencia de la ONU en Somalia (UNSOM) condenó el «bombardeo salvaje a civiles» y ofreció sus condolencias a los afectados, mientras que el representante de la institución en el país, Michael Keating, aseguró estar «horrorizado» por los hechos.
El presidente de la Comisión de la Unión Africana (UA), el chadiano Moussa Faki Mahamat, se sumó a la condena y sostuvo su apoyo al Gobierno somalí mediante la misión de la UA en Somalia (AMISOM), tras lo que pidió a la comunidad internacional un «apoyo robusto» a las instituciones del país en su lucha contra el terrorismo.
Mahamat reclamó al Ejecutivo somalí que «demuestren unidad en este momento crítico» y «superen las divisiones para reconstruir una cohesión que es un requisito para conseguir las aspiraciones del pueblo somalí de una paz duradera, seguridad y reconciliación».
Estas palabras son la respuesta a los conflictos internos del Gobierno dirigido por Mohamed, que no consigue establecer una relación cercana con los jefes del Ejército, razón por la que el ministro de Defensa, Abirashiid Abdullahi Mohamed, dimitió el pasado jueves.
Hasta ahora ningún grupo ha asumido la responsabilidad de los atentados pero todas las miradas están puestas en la milicia islamista Al Shabaab, filial de Al Qaeda, antiguo ala juvenil de la Unión de Tribunales Islámicos -el régimen islamista que controló la capital durante seis meses de 2006-.
Los expertos aseguran que esta situación ha impulsado los planes de Al Shabab de organizar un gran atentado como este, algo que, según el analista de seguridad local Ibrahim Shegow, podría repetirse «a menos que (el Gobierno) acabe con sus problemas internos y mejore su capacidad militar».
La organización terrorista, que se afilió en 2012 a la red internacional de Al Qaeda, controla parte del territorio en el centro y el sur del país y aspira a instaurar un Estado islámico de corte wahabí en Somalia.
Este país del este de África vive en un estado de guerra y caos desde 1991, cuando fue derrocado el dictador Mohamed Siad Barré, lo que dejó al país sin un gobierno efectivo y en manos de milicias radicales islámicas, señores de la guerra que responden a los intereses de un clan determinado y bandas de delincuentes armados.
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