En el barrio Ramón Carrillo, los vecinos sienten que el tiempo no pasa. Allí vive Melina, la niña que en 2007 fue captada por las cámaras de televisión y los fotógrafos cuando se subió junto a Mauricio Macri sobre unos tablones de madera, durante el lanzamiento de su candidatura como jefe de Gobierno porteño. Diez años después, Macri es presidente y Melina continúa viviendo en el mismo lugar, rodeada de pobreza y con necesidades idénticas a las que tenía cuando lo conoció.
Los veinte grados que anticipan la llegada de la primavera suben a treinta en el comedor La Familia de este barrio porteño. Su techo de chapa hace, en cuanto asoman los primeros días de sol, que ya no se pueda permanecer adentro y que los vecinos que llegan a buscar la merienda deban llevarse viandas.
Este comedor comunitario fue fundado veinte años atrás por los padres de Melina, Edgardo y Asunción. La adolescente (acaba de cumplir 19 años) creció allí y sigue viviendo a pocos metros, en una vivienda que en 1990 el Estado les dio a los habitantes del Albergue Warnes, que fue demolido. En un espacio reducido, Melina vive en esa misma casa con sus tres hermanos y sus sobrinos.
La familia había imaginado otra vida para la niña de la fotografía con Macri. Su madre aún se ilusiona al recordar que, tiempo atrás, el Presidente le había prometido que sacaría a Melina de la pobreza y le donaría una vivienda. “Macri le dijo a Horacio Rodríguez Larreta que se encargara de la familia y de darle un departamento, nos hizo una promesa y las promesas son deudas”, cuenta Asunción Carballo a PERFIL.
Hoy, la familia vive con los 1.800 pesos que el gobierno de la Ciudad le paga a Asunción cada seis meses por tener el comedor. Con ese dinero, unos 300 pesos por mes, mantiene no sólo a Melina sino también a otra hija, Romina, y a sus tres nietos. Cada tanto Asunción recibe ayuda económica de su hermano, que vive en Estados Unidos.
Edgardo, con quien la nena fue al acto de Macri en 2007, falleció hace dos años, por una dura enfermedad por la cual debieron amputarle una pierna y someterlo a diálisis. El padre de Melina tenía un contrato en el Ministerio de Desarrollo Social porteño que le permitía dar de comer a su familia. Al morir, los hijos se quedaron sin ese sostén.
“Mirá los zapatos, le quedaban grandes”, dice Asunción al ver la foto del Presidente con su hija. “Melina vive con lo que le puedo dar, llegó a usar ropa usada. Me iba a la feria y le compraba ropa usada, la pasamos mal”, relata.
Melina no pudo terminar la primaria. Después de repetir de grado tres veces, en la escuela del barrio le explicaron a la madre que por la edad debía comenzar en el turno de la noche. Fue unos meses, pero “la fajaron unas chicas del barrio, entonces decidí no mandarla más”, cuenta la madre. Este año volvió a la escuela para cursar quinto grado.
“El tío Macri”, le dice la adolescente al Presidente. Melina no olvidará jamás que le regaló uno de los mejores momentos de su vida. En el año 2013, el contacto de Macri con la niña ya no existía, pero una de sus tías decidió escribirle una carta al entonces jefe de Gobierno, en la que le contaba que Melina cumpliría los 15 y que la familia no tenía dinero para festejárselos. Macri envió a un puntero político, quien se hizo cargo de todos los gastos de la fiesta. Ese momento le alcanza a Melina para olvidar la difícil vida que lleva. Y quizás también por ese instante de felicidad, en 2015, al votar por primera vez, tomó la boleta de “el tío Macri”.
Fuente: Perfil
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