Nueve minutos, un tiempo suficiente para llenarse de dudas y empezar el recorrido del hexagonal final del campeonato Sudamericano Sub 20, que entrega cuatro plazas para la Copa del Mundo de Corea del Sur, con una derrota abultada. La Argentina recibió el primer cachetazo sonoro en el certamen con la caída 3-0 que edificó con paciencia Uruguay. Todo se descompaginó entre los 31 y 40 minutos del primer tiempo, con la expulsión de Belmonte y los tantos de De la Cruz y Olivera. Al revés de lo que fue su rodaje en la etapa de grupos, los juveniles fueron de mayor a menor. No lograron reponerse a las estocadas charrúas: sin rebeldía anímica ni respuestas futbolísticas. Deberán romper las ataduras, el torneo le ofrece desquite el jueves ante Colombia.
Un escenario distinto, bien diferente, para un duelo clásico. La torrencial lluvia que empezó a caer mientras se medían Venezuela y Colombia, el partido que abrió la triple jornada, tuvo continuidad en el inicio del juego de la Argentina. Los enormes charcos invitaron a pensar que el partido se suspendía; quienes tomaron la decisión de seguir con el programa, acertaron. Fue un arranque de estudio: del terreno, que se ofrecía resbaladizo, y de las estrategias. El respeto por la cancha y la altura, los dos equipos venían de jugar en la sede de Ibarra, ciudad con 500 metros menos de altitud que la capital ecuatoriana. La selección se dispuso como siempre, con el intento de respetar su idea futbolística: pelota al piso, traslado seguro. Pero los temores por cometer un error provocaron que se abuse del pelotazo. También el rival esperó y propuso lanzamientos largos, especulando con alguna desinteligencia.
El que apostó por un juego de fricción, después de lo que sucedió en el partido de la etapa de grupos, donde el 3-3 terminó con los ánimos alterados, falló. Se jugó con limpieza, más allá de la durísima infracción de Belmonte sobre Bentancur, que resultó determinante. Porque hasta entonces, la Argentina, con la mejoría del estado de la cancha, se sintió más cómoda, aunque sin poder de fuego. El remate de media distancia era el argumento más utilizado. De un lado y del otro. A un remate de Benavídez, le respondió Zalazar, de tiro libre.
Dos veces Torres, que fue el goleador frente a los charrúas en el empate de la etapa de grupos, no pudo con el arquero Mele. Sin ser demasiada asfixiante, la Argentina imponía condiciones. Hasta que empezó el ciclo oscuro, de nueve minutos. La justa tarjeta roja a Belmonte -un llamado de atención para el equipo, que en cinco encuentros recibió tres expulsiones- fue la primera puntada con la que Uruguay hilvanó la victoria. El técnico Úbeda buscó reacomodar las líneas con el ingreso de Ojeda por Lucas Rodríguez. Darle equilibrio a la zona de volantes sin desmantelar la ofensiva asomaba como una idea alentadora.
Pero apareció la jerarquía de De la Cruz, el volante de Liverpool, de Uruguay, que llegó a la cita sudamericana como una de las figuras se la celeste, para abrir el camino de espinas. Un jugador con actitud, que logró reponerse a un penal errado en el debut, con Venezuela, para ir subiendo en la consideración. Hizo lo que le faltó a la Argentina, rematar desde lejos: el disparo de derecha viajó sin levantar vuelo al palo derecho de Macagno. Un golpe duro, del que la selección no tuvo tiempo para reponerse. Tres minutos más tarde, a los 40 del primer tiempo, escaló Olivera, el lateral izquierdo. Explotó la zona y también un intento apresurado de Macagno por achicar el remate.
El temperamento para reponerse a la adversidad en Ibarra no afloró en la nueva sede. Se apagó el equipo, no encontró respuestas físicas, anímicas ni futbolísticas para contrarrestar a un rival que es rocoso al momento de defender, con dos centrales que despejan lo que caiga en el área, pero también tiene una partitura definida para desequilibrar con los movimientos de sus cuatro ases: Bentancur -su producción en el torneo fue de menor a mayor-; Amaral -esta vez no apareció en su mejor versión, aunque metió la estocada para el 3-0 de Uruguay; De la Cruz, inteligente para ocupar los espacios y determinante para el resultado y Schiaccapasse, que trabaja para el conjunto en lugar de su propio beneficio.
En 72 horas la Argentina tendrá que reinventarse ante Colombia. El torneo sigue y sus chances mundialistas también, aunque para adueñarse de una de las cuatro plazas debe recuperar el espíritu y darle un mayor contenido a la idea.
Comentarios