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Andrés Calamaro y sus doscientos espartanos

Con un show que promete ser para el recuerdo, el músico cerrará mañana la primera de las tres jornadas del festival.

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«Son doscientos, nada más… los doscientos espartanos», dice Andrés Calamaro no bien se corre el telón del escenario de Vórterix que, desde hace unos días, el músico utiliza como sala de ensayo para lo que será su primera presentación en el Cosquín Rock. El Salmón abrió las puertas de su último ensayo general para que un puñado de fans, sus doscientos privilegiados espartanos, dieran fe de que el show de mañana, en el cierre de la primera de las tres jornadas del festival, no será uno más en la historia del Cosquín Rock.

Tardó quince años en subirse al escenario del gran festival argentino, y por eso Calamaro se preparó como si fuera la primera, pero también la última vez. El comandante va por todo y no quiso dejar nada librado al azar. Ensayo y vino tinto para una banda que viene ajustando sus tuercas desde hace dos años, tocando y girando sin parar y, como remarca alguien de la mismísima troupe calamar, está en su punto más alto. Habrá que decirlo: Julián Kanevsky y Baltasar Comotto en guitarras; Germán Wiedemer en teclados; Mariano Domínguez en bajo, y Sergio Verdinelli en batería, «la cuadrilla» en palabras de Andrés, es lo más parecido a Los Rodríguez que Calamaro haya tenido como banda.

De allí que el repertorio de aquel grupo hispano-argento de la década del 90 haya vuelto al primer plano en sus últimos shows y también en este miniset de quince canciones que les regalaron a sus fans antes de viajar hacia Córdoba.

Pura sangre y jamón del medio. Los títulos de sus discos en vivo recientemente editados definen con precisión este ensayo con público que resulta apenas un botón de muestra de la enorme cantidad de canciones imbatibles que ha compuesto Calamaro a lo largo de su trayectoria, de «Mil horas» a «Paloma». «Vamos a ensayar todo, el saludo también -confiesa el cantante-. Voy a decir: «Córdoba, fernet, cuarteto y chistes malos bien contados».»

«Cuando no estás», «El salmón», «A los ojos», «Tuyo siempre», «Para no olvidar», «Te quiero igual», «Flaca» y «Mi enfermedad», sin respiro melódico. Calamaro canta, toca la guitarra eléctrica, la cambia por una acústica, se sienta en el piano y vuelve a cantar. Está fino, de buen talante y agradece el plato impreso con una figura taurina que le obsequió una de sus seguidoras. «Es muy adecuada, porque esa figura se llama la cogida, que es cuando el torero recibe una cornada», celebra jocoso. Se nota, Andrés Calamaro está caliente y su banda está que arde.

«Me estás atrapando otra vez», «Sin documentos», «Loco», «Estadio Azteca» y unas estrofas de «Volver» para introducir «Flaca». Da la sensación de que podrían estar tocando hits un día entero y sin dormir. Debajo del escenario, los espartanos no dan crédito de la cercanía con la que los trata su líder y el cancionero es recibido como una bendición.

El adelanto de su debut en Cosquín Rock se extiende por una hora, deja a todos con ganas de más y augura, sí, un show que seguramente marcará un hito en la historia del festival y que contará con un cierre sorpresa que Calamaro preparó especialmente en estos días de ensayos en el Vórterix. «La gente no lo va a poder creer», se entusiasma otra persona cercana al músico que conoce el secreto, pero que juró sobre un vinilo de Bohemio edición limitada no develarlo para que el efecto, mañana bien entrada la noche, con las sierras del Valle de Punilla como testigo, sea el buscado.

Atención: para quienes no viajan para asistir a la decimoquinta edición del festival cordobés, pero desean saber de qué se trata la sorpresa, los conciertos de mañana, pasado mañana y el lunes (ver grilla aparte) serán transmitidos a todo el país a través del sitio vorterix.com, que además contará con una cobertura detrás de escena, con entrevistas e informes especiales.

Calamaro saluda y se dirige a bambalinas mientras su cuadrilla se queda rockeando sobre los acordes finales de «Paloma». El ensayo terminó y los espartanos se retiran con sonrisas en sus rostros, preparados para entregar su vida si fuera necesario. Claro, con un comandante así, cualquiera es espartano.

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