En la capital argentina trabajó en una fábrica de fósforos, y luego en el sector de las artes gráficas. Pero a los 20 años regresó a Montevideo, donde descubrió las comparsas del Barrio Sur. El 14 de febrero pasado participó en la que fue su última fiesta de Carnaval.
Páez Vilaró fue sin duda uno de los principales protagonistas de la jornada carnavalesca al participar con la comparsa de candombe Yambo Kenia, tras varios años de no intervenir por problemas de salud. Con nueve décadas a sus espaldas, el artista se vistió y disfrutó de la fiesta como el resto de sus compañeros, mucho más jóvenes, de la misma manera en que lo había hecho durante 70 años.
Una semana antes, había publicado un artículo en el diario uruguayo El País en el que anunciaba el fin de su «aventura entre tambores», el instrumento que caracteriza la música del carnaval.
«(Fue) un final que nunca quise aceptar, pero que la vida nos obliga a cumplir», confesó. Detalló además que su intención fue retirarse dándose «un baño de pueblo», en alusión al tinte popular de esta fiesta, una de las más queridas del calendario nacional.
Nacido en el seno de una familia acomodada, Páez Vilaró dedicó su obra pictórica a la cultura de raíz africana que rodea el Carnaval uruguayo, considerado el más largo del planeta. Se fue a vivir a un «conventillo» (vivienda colectiva) llamado Mediomundo, en el populoso Barrio Sur montevideano, donde se celebran las denominadas Llamadas del carnaval, para vincularse con ese colectivo a través de su pincel y del tambor.
Tras esto recorrió África pintando murales en lugares tan pintorescos como palacios presidenciales y en coincidencia con el histórico proceso de independencia de aquel continente, al llegar a la segunda mitad del siglo 20.
En 1967 cerró el Festival de Cine de Cannes con un filme documental sobre aquella peripecias titulado «Batouk». Antes, en 1960, había pintado en la sede de la Organización de Estados Americanos (OEA) en Washington el mural «Raíces de la paz», considerado entonces el más largo del mundo por sus 162 metros.
En 1972 vivió una de sus experiencias vitales más intensas cuando su hijo Carlos Miguel sobrevivió a la famosa tragedia de los Andes, el accidente aéreo de un equipo de rugby uruguayo que luego fue llevado al cine. Nunca perdió la fe en encontrarlo porque tenía a Dios de «copiloto», destacó una y otra vez.
Devorador de vivencias que lo llevaron a conocer a Pablo Picasso, Salvador Dalí, Andy Warhol, Fidel Castro o Brigitte Bardot, Páez Vilaró es uno de los pocos uruguayos que puede vanagloriarse de haber tenido una placa con su nombre en el «Espacio de los Soles», en la calle peatonal Sarandí de Montevideo.
Comparte este privilegio con personalidades como Mario Benedetti, el ex futbolista Alcides Edgardo Ghiggia y la actriz Concepción «China» Zorrilla.
Se casó en 1955 con Madelón Rodríguez Gómez, y se divorció en 1961. Tuvo seis hijos: el mencionado Carlos Miguel, Mercedes, Agó, Sebastián, Florencio y Alejandro (los tres últimos de su esposa Annette Deussen).
Vivía y trabajaba en Casapueblo, ubicada en Punta Ballena, a 13 kilómetros de Punta del Este. Casapueblo es una fantasiosa construcción que funciona como hotel en la confluencia del Río de la Plata y el Atlántico. Con los años se ha convertido en uno de los principales atracciones turísticas de la zona.
El diario El País de Uruguay publicó en noviembre una entrevista en su Suplemento Domingo donde el artista hacía un repaso de su vida.
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