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Sólo le pedía a Dios | Osvaldo Wehbe – Diario Puntal

No cuesta tanto remontarse a 1982. Al 2 de abril. Al desembarco argentino en Malvinas. Y no es tan difícil, porque a lo largo de los años uno va marcando mentalmente fechas que cree iniciaron o terminaron etapas que no se borrarán fácilmente de nuestra mente ni de la historia toda. Ya deportivamente 1982 era un […]

No cuesta tanto remontarse a 1982. Al 2 de abril. Al desembarco argentino en Malvinas. Y no es tan difícil, porque a lo largo de los años uno va marcando mentalmente fechas que cree iniciaron o terminaron etapas que no se borrarán fácilmente de nuestra mente ni de la historia toda.

Ya deportivamente 1982 era un año fuerte, se venía el mundial de España en fútbol y la selección se preparaba para viajar. Desde el 9 de marzo había arrancado el año jugando amistosos. Contra Checoslovaquia en Mar del Plata empatando cero a cero con la particularidad que ese día jugó su primer y único partido en la nacional, Raúl de la Cruz Chaparro reemplazando a los 67 minutos a Valencia. Chaparro en ese tiempo era jugador de Instituto.

Luego jugaría el 24 de marzo en River ante Alemania Federal empatando uno a uno con gol del Calderón. Y la serie continuaría hasta antes de viajar a España con tres partidos más ante Unión Soviética, Bulgaria y Rumania, dos en Buenos Aires y el restante en Rosario.

El campeonato de AFA trocaría el Nacional y el Metropolitano, haciendo jugar aquel primero. Lo ganaría Ferro en pleno mundial de España. La segunda final, Ferro 2 Quilmes 0 fue el 27 de junio. No estaba en primera San Lorenzo que jugaba en la “B”.

Ese 2 de abril, los que trabajábamos en periodismo sentimos el desembarco como un hecho singular. Como lo que era en realidad. Pero mientras para algunos era como haber ganado el Mundial, para otros cierta mesura nos encontraba a mitad de camino entre “las Malvinas son argentinas”, frase real pero con la que además nos habíamos criado y la pregunta de “¿en qué nos metimos?”.

Recuerdo que en la radio en donde trabajaba y conducía el programa deportivo se me ocurrió comenzar con el tema “Solo le pido a Dios” de Gieco, tal vez invocando la paz, pienso a la distancia. Casi me rajan. Era tal la locura belicista que la mayor parte de la gente se trepó al hecho, vivido luego con una liviandad y tantas mentiras de los medios, que avergüenza, aunque con los años la historia se repetiría en otros acontecimientos. Cada caída de un Sea Harrier iba a parecer un gol de Maradona.

Esa noche del 2 de abril jugaron por la Zona C del Nacional, en Salta, Central Norte 1 Mariano Moreno de Junín 0, gol de Hairala en la cancha de Gimnasia y Tiro.
Y el 4 se jugaría casi toda la fecha. Huracán y Boca tres a tres. River y Nueva Chicago 0 a 0 entre otros.

Comenzaba una etapa corta y dolorosa. Con reconocimientos que aún se deben y heridas que no cierran. Con aquel 14 de junio, día de la rendición en el que me tocó relatar por primera vez un partido de mundial, en Sevilla, Brasil 2 URSS 1 y entre las jugadas iban los comunicados anunciando la derrota en la guerra. ¡Y relatamos el mundial!. Y no dejamos de hacerlo, con la estúpida salvedad de no nombrar a Inglaterra ni a sus jugadores. Y uno formando parte de una culpa en cierto modo colectiva.
Se empezaría a cerrar otra etapa. La de los gobiernos de facto.

La gente había estado en la plaza aclamando al general Galtieri cuando la toma de Malvinas. Descripción perfecta de nuestra idiosincrasia, claro. Su imagen, el uniforme y el vaso en la mano, fue de las últimas cosas que vimos con botas puestas. Ese final, dio inició a otra etapa, ésta, que con matices nos permite vivir con libertades entonces cercenadas y con beneficios exagerados para los que ejercen los poderes, se sabe.

2 de abril de 1982, no parece tan lejano y lo es.

Menotti y la selección rumbo a ser devorados por Italia y Brasil. El Ferro de Griguol campeón invicto del Nacional al que al año siguiente arribaría por primera vez un equipo de Río Cuarto, el Estudiantes de Candini. ¡Y a mí se me ocurrió ponerlo a León Gieco para abrir el programa!. Sin imaginar que ya estábamos en los días de Costa Méndez y Gómez Fuentes.

Osvaldo Alfredo Wehbe

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