El año pasado, Eric Clapton se encontró con dos semanas libres entre el final de una gira en Los Angeles y la fiesta de cumpleaños de Jimmie Vaughan en Texas. Así que metió a toda su banda en el estudio y empezó a trabajar en su vigésimo primer disco solista, Old Sock , una caja de sorpresas amigable y relajada, compuesta en su mayoría de covers que van desde el inédito asesino de J.J. Cale «Angel» hasta «Goodnight Irene». «No me veo a mí mismo como un artista de estudio», revela Clapton, de 67 años. «Soy más bien un músico en vivo. En el estudio de grabación, me pongo mucha presión, me agarran el temor, la duda, cosas por el estilo. Es mucho mejor cuando no tenés que preocuparte por si algo va a funcionar o no. Simplemente te dejás llevar y la pasás bien».
Cuando tocás un solo, no podés darte el lujo de pensar: «Ey, nadie está esperando que la descosa». ¿Como vivís eso de tener que estar a la altura que vos mismo te marcás?
Buena pregunta. Las expectativas que tengo sobre mí mismo son mayores que las de cualquiera. Tengo que vivir con mi historia, y cargo con toda mi trayectoria en la espalda. Pero ¿eso significa que tengo que hacer algo que nunca he hecho antes o acaso tocar más rápido? Se trata de cómo se siente: si sale del corazón o está casi canalizado, como si me corriera del medio y dejara que la música fluya. Si escucho lo que hago y digo: «Ah, ése no soy yo, no pude haber pensado de ese modo», ahí es cuando me siento orgulloso.
Músicos como B.B. King salieron de gira pasados sus 80 años. ¿Tu plan es ése?
Estar en el escenario, eso es sencillo. Si pudiera hacer eso en mi barrio, sería genial. Por ejemplo, hay músicos en Texas que tocan en el circuito, y eso los mantiene vivos. Pero para mí, la verdadera dificultad es el viaje. Y la única manera de superarlo es poniendo mucha plata en eso, pero termina dando pérdida. Para mí, la idea es (la saqué de una página que leí en el libro de JJ Cale): «Cuando cumpla 70 años, paro». No voy a parar de tocar o de hacer fechas aisladas, pero creo que voy a dejar de salir de gira.
Siempre detestaste tener que lidiar con los oficiales de inmigración.
Y con los agentes de seguridad. Nunca me sale del todo bien: me olvido de sacarme el cinturón o me dejo monedas en los bolsillos. Acto siguiente, escucho: «Señor, acompáñeme por aquí, por favor». No quiero tener que volver a pasar por esa situación nunca más.
¿Hubo un momento en que conscientemente hayas dejado de buscar componer éxitos pop?
A mediados de la década de los 80, mi amigo Phil Collins siempre me decía: «Tenés que hacer un video. La gente no te conoce la cara». Así que fui por ahí. Pero después sentí que MTV no iba a durar de la manera en que estaba, y pensé: «No quiero ser parte de la superficie. En verdad ahora quiero salir del radar». Entonces, intenté buscar una manera de no depender de la popularidad.
¿Gary Clark Jr. te hace sentir mejor sobre el futuro del blues?
Cuando vi Purple Rain por primera vez, había pasado mucho tiempo desde la última cosa linda. Después de verlo a Prince, pensé: «Todo va a estar bien por un rato». Con Gary Clark me pasa lo mismo. Le escribí una carta de agradecimiento en la que le puse que «me generaba ganas de tocar de nuevo». Es como esa línea del personaje de Jack Nicholson en Mejor imposible.
Mirando un poco el pasado, ¿había potencialmente más vida en tu vínculo con Duane Allman?
A ver, yo trataba de copiarlo. Vino a las giras durante un tiempo, pero al final de uno de los recitales, me dijo: «No puedo hacer esto». Pero ellos no podían trabajar sin él. Estamos hablando de los Allman Brothers, por Dios. ¿Qué derecho tenía yo? Pensé: «Es mi alma gemela». Esa fue la última vez que lo vi.
En el año 2011, circularon unas fotos tuyas en las que estabas en una lavandería autoservicio de Los Angeles, ¿qué estabas haciendo ahí?
¡Me estaba lavando la ropa! Recuerdo la época en la que te podías lavar la ropa sin que te acosaran. Soy bastante detallista con el lavado de mi ropa.
O sea que el servicio de lavandería de los hoteles no te convence…
¡Por Dios! Te destruyen todo, y no me gusta porque usan almidón. A mí me gusta el secado centrifugado. Igual, es un buen baldazo de realidad. Cuando estoy de gira, lo primero que hago al llegar a cualquier pueblo estadounidense es buscar la lavandería autoservicio para poder lavar mi ropa.
¿Y ahí la gente delira cuando te reconoce?
Si alguien está a punto de enloquecer, lo mirás a los ojos y, de algún modo, eso los calma. Cuando llega el momento de retirar la ropa después del lavado, estamos al mismo nivel. Es muy humano. Y eso me gusta.
Por Brian Hiatt
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