Es uno de los hombres mejor entrenados del mundo. Su cabeza vale millones de dólares en conocimientos. Perteneció a los Navy SEAL, el letal comando de elite de la Marina de Estados Unidos. Está entrenado para operar en mar (SEa), aire (Air) y tierra (Land). Eso quiere decir SEAL En esos tres ambientes, él y sus colegas se mueven como los mejores. No hay ninguna otra Fuerza en el mundo que pueda equipararlos. Sin embargo, este hombre de 35 años está en la ruina, abandonado totalmente por Estados Unidos, país al que sirvió con honor. En mayo de 2011 fue quien le disparó al terrorista más buscado del mundo y lo aniquiló: Osama Bin Laden murió bajo su fuego.
«El tirador» como lo llaman dio una entrevista exclusiva a la revista Esquire. La primera desde que mató al líder de Al Qaeda. Allí, contó lo difícil que ha sido su vida desde que se retiró, lo imposible que le resulta encontrar trabajo –no puede contar públicamente a lo que se dedicaba ni dar su identidad- y las necesidades y miedos que tiene.
Tras abandonar las Fuerzas Armadas de Estados Unidos en septiembre de 2012, «El tirador» se quedó sin pensión, seguro de desempleo u obra social. Todo a los 35 años.
«El seguro de salud para mí y mi familia concluyó la noche del viernes (en que se retiró). Pregunté si habría algún tipo de transición entre el Tricare (el seguro médico que cubre a los soldados) y el Blue Cross Blue Shield (seguro de carácter civil)», contó el seal –como se los llama a los miembros del comando-.
«Me dijeron que no. Estás fuera del servicio, tu cobertura se ha acabado. Gracias por tus dieciséis años de servicio», agregó el seal, quien ahora debe pagar 500 dólares mensuales por la cobertura médica.
Según las leyes militares, a un oficial retirado solo se ofrece cobertura sanitaria transitoria si acepta mantenerse como miembro de reserva activo. O si ha pasado más de 20 años en la Fuerza.
Pero tras el asesinato de Bin Laden, «El tirador» no podía permanecer en las FF.AA., ni siquiera como reservista. Las presiones eran demasiadas. De conocerse su identidad, los extremistas acabarían con él y su familia en segundos.
«Le disparé dos veces en la frente. La segunda cuando se estaba cayendo. Se encogió en frente a su cama y le volví a disparar, en el mismo sitio. Estaba muerto, no se movía, su lengua estaba fuera. Vi cómo tomaba aire por última vez», recordó al explicar los 15 segundos que tardó en acabar con Bin Laden. Tuvo que levantar su arma más de lo que pensaba. Bin Laden era altísimo.
«En el primer instante pensé en lo delgado que estaba, en lo alto que era y en lo corta que era su barba», confesó.
En la entrevista, «El tirador» recordó que el líder de Al Qaeda tenía abrazada a su esposa como escudo humano y al alcance de su mano un rifle AK47, uno de los más populares en Medio Oriente, pero no podía ver porque estaba todo oscuro. El seal, sin embargo, tenía binoculares de visión infrarroja y podía observar todo lo que estaba ocurriendo.
«Tiene un arma cerca, es una amenaza. Tengo que dispararle en la cabeza para que no tenga la oportunidad de pegarse un tiro», agregó el seal, quien relató cómo uno de los hijos de Bin Laden rompió a llorar al ver muerto a su padre.
Con esos tres tiros puso punto final a una década de persecución del cerebro detrás de los atentados del 11 de septiembre de 2001 en Nueva York. «Pensé: ‘¿Es lo mejor o lo peor que he hecho nunca?’ Esto es real y es él», confesó.
Desde que entró en la habitación donde se encontraba Bin Laden, en el tercer piso del complejo de Abbottabad en el que se escondía, todo fue muy rápido: «Fue como una instantánea de un objetivo de entrenamiento. Es él, sin ninguna duda (…) Es automático, la memoria muscular. Eso es todo, boom, ya está hecho».
«Todo el mundo lo quería muerto, pero nadie quiso decir: ‘Ey, vas a matar a este hombre’. Estaba implícito», explicó. Nunca imaginó jamás que ese, el momento más esperado por las FF.AA. de su país, serían el final de su carrera.
El regreso a casa no fue sencillo. Las presiones lo desbordaron. La cantidad enorme de declaraciones, presentaciones y explicaciones que tuvo que dar lo colmaron. El miedo a las represalias enloquecieron a su familia y su matrimonio se vino abajo.
Aunque aún vive con su esposa y sus hijos en la misma casa, «El tirador» accedió a que su mujer y sus hijos se cambien el apellido y lo borren de todos los registros. Ya no figurará en el título de propiedad de su casa, ni en el de su auto. Todo por cuestiones de seguridad.
La falta de cobertura médica no es un detalle menor. «El tirador» tiene el cuerpo marcado por lo extremo de su trabajo: cicatrices, artritis, tendinitis, hernias de disco en la columna, los ojos hechos polvo. Le ofrecieron incluirlo en un programa de protección de testigos, manejando un camión de cerveza. A él, uno de los hombres más entrenados del mundo.
La opción más directa sería convertirse en un contratista privado de seguridad como los Blackwaters en Irak, pero «El tirador» no quiere volver a cargar un arma en su vida.
Nunca recibió la recompensa de 25 millones de dólares que prometía el Gobierno de EE.UU. a quien atrapara a Bin Laden vivo o muerto. «El tirador» tampoco es parte del selecto grupo que ha sacado provecho de la «Operación Gerónimo» como Matt Bissonnette que escribió el best seller No Easy Day (Un día nada fácil) sobre el operativo. Tampoco se convirtió en asesor de empresas de videojuegos de guerra como algunos colegas. Ni recibió un centavo de la película «La noche más oscura» de la directora y ganadora del Oscar Kathryn Bigelow sobre la operación y que ha facturado millones.
«No soy religioso, pero siempre sentí que me pusieron en el Tierra para hacer algo. Después de la misión supe que era por ella», se anima. Atrás quedaron los cientos de misiones exitosas fuera de EE.UU. en las que participó y las decenas de condecoraciones que ha recogido en los 8 años en los que estuvo junto a los SEAL. Desde el anonimato llegó a convertirse en el hombre más famoso de las FF.AA. y casi por casualidad. «El tirador» se unió a la Marina por despecho. Su novia lo había dejado y él necesitaba un lugar para huir. «Esa es la razón por la que Al Qaeda fue diezmada. Porque ella me rompió el maldito corazón», bromea.
«Nadie que lucha por este país en el extranjero debería tener que luchar por un trabajo (…) un techo o la salud al volver a casa». Las palabras podrían haber salido de la boca de «El tirador». Pero las dijo el presidente Barack Obama el día del veterano.
Fuente: Clarín
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