(Río Grande, 26 de enero de 2013) – Lucía González Figueroa, corresponsal de Radio Fueguina en Villa Carlos Paz comentó sobre la Villa Icho Cruz, un lugar paradisiaco que se encuentra muy cerca de la Perla de Punilla.
Lucía relató que se encuentra a 12 kilómetros de Carlos Paz y la oferta de alojamiento es para todos los bolsillos y gustos.
“Es un destino que tiene un río de los más lindos para disfrutar en familia”, destacó.
Por otra parte es bueno destacar que Icho Cruz, es una típica Villa serrana, con un clima fabuloso por su aire limpio, una naturaleza virgen y extensas playas de aguas cristalinas del Rio San Antonio.
Las actividades que ofrece son para todos los gustos. Entre ellas, una estadía en algún balneario junto al rio disfrutando de la naturaleza o lugares de esparcimiento que permite la práctica de paddle, vóley, tenis y demás actividades deportivas o recreativas.
Descripción:
El camino de acceso es una serpiente de asfalto que cruza por el corazón de las sierras. A los lejos, el horizonte se corta con los espectaculares bloques de piedra que forman las altas cumbres.
Desde esas alturas se descuelgan los cauces de agua, que en forma de ríos de arena y claridad, bañan las costas de Icho Cruz, Tala Huasi y Cuesta Blanca. Todo aquí conduce al relax en medio de un microclima óptimo para la salud.
Tiene playas de cálida de arena, senderos que nos ponen en contacto directo con una naturaleza virgen y paisajes inolvidables.
Los caminos de tierra que componen los pueblos, guardan imágenes dignas de una postal serrana. Al medio día, los asadores comienzan a destilar el típico aroma de la carne a las brasas.
Todo se mueve en un perpetuo equilibrio, el mismo que sirvió de escenario a los antiguos pobladores aborígenes de la zona.
Como hace miles de años, el río se une en una ancestral comunión con las costas de arena, el viento abraza las ramas de los árboles y el hombre disfruta de ese paraíso de tranquilidad y frescura.
Un lugar ideal para la reunión familiar y con amigos, para sentarse en la arena y compartir las rondas de mate y el asado. Al anochecer, el brillo del agua se apaga. Solo queda el murmullo de un cauce que se estremece en las piedras, en la espuma, a los pies de un gigante de roca dormido bajo las incalculables estrellas de un cielo milenario.
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