“Llegada confirmada”, dijo a las 05H32 GMT un miembro de la misión de control en el Jet Propulsion Laboratory (JPL) de la agencia espacial estadounidense (Nasa) en Pasadena (California, oeste), desencadenando un estallido de celebraciones en la sala.
“Tenemos las llantas puestas en Marte ¡Dios mío!”, añadió, después de recibir la primera señal de que el vehículo, de 900 kilos, había descendido en el planeta rojo al cabo de una operación de gran complejidad, bautizada como “siete minutos de terror”.
Un segundo estallido de alegría se produjo poco después, cuando el robot envió su primera fotografía de una de sus ruedas sobre el cráter Gale. Inmediatamente después transmitió una segunda imagen, de una claridad sorprendente, que retrata su propia sombra en el suelo marciano.
Una tercera foto fue transmitida en alta definición dos horas después de su llegada.
El presidente Barack Obama saludó la realización de una “hazaña tecnológica sin precedentes”.
La expedición fue una arriesgada apuesta, que requirió una inversión de 2.500 millones de dólares.